Cuando tenía doce años, fui a las prácticas de la banda de música, pues quería aprender a tocar algún
instrumento…era la moda en mi escuela.
Como yo no quería tocar algo muy común, busqué el instrumento menos tradicional que
encontré, y el que, me
pareció también el más divertido. Por
eso intenté meterle “feeling” al saxofón…¡¡¡pero que va!!!, fui como a tres prácticas de la banda, pero el profe Rufino fue bien claro: "no
mi´jita… por favor, deje de aterrorizar al universo…usted no da
bola en la banda…mejor váyase para el batallón femenino del colegio o bien para
las batuteras”.…y eso fue todo para esta campeona, allí se quedaron mis aspiraciones de hacerle
la competencia a Kenny G, Bill Clinton o a Lisa Simpson con el
saxofón…luego de eso le hice caso al
profe y me convertí en la clásica “pela los dientes y enseña las piernas”, es decir me convertí en batutera…¡¡¡ey!!! yo
era buena en eso de pelar los dientes,
enseñar las piernas, darle
vueltas a la batuta y hacer piruetas…¡¡¡ey ¡!! yo era bien buena en eso: llegué a ser hasta capitana…
Nunca tuve educación musical especializada. Por eso no conozco de tecnicismos al
respecto, ni de grandes obras o de
maestros famosos. Recién aprendí a
distinguir los “tempos” musicales y a
disfrutar de hermosos “adagios”, como el
de Albinoni.
La música clásica me encanta igual que el latin jazz, aunque,
la mayoría de las veces, a menos que yo seleccione lo que voy a oir o que se trate de Arturo Sandoval o Pocho Sánchez, en el caso del último género, no sé
quiénes ejecutan qué pieza.
La música clásica es maravillosa para calmar mis
nervios. Cuando no puedo dormir, un "Claro de Luna" de Debussy me guía por los senderos del
sueño, hasta llevarme a los brazos de mi
amado Orfeo.
Tengo en la memoria de mi celular un amplio repertorio de Vivaldi, Bach,
Betoven, Tchaikovsky, Mendelson y tantos otros. Aunque también tengo mucho de rock viejo,
rock nuevo, tengo Cat Stevens, Serrat,
Ana Belén, Trova cubana, Rubén Blades,
Cienfue, Radiohead, Ramstein y música andina. En los
últimos tiempos descubrí a “Mago de Oz” y “Apocalyptica”. Mientras “Mago” me pone eufórica, le resta años a mi calendario y saca la
garra y la fuerza que tengo, Apocalyptica
me permite escribir …”Apocalyptica” es el alma de Yans, es Yans sonora.
Me gusta tener “cantidades industriales” de música cuando
hago viajes largos o trayectos cortos,
alargados por los tranques. No
hay nada que me guste más que manejar y poder disfrutar sin que nadie me interrumpa de
la “RAPSODIA HUNGARA ” de Liszt. Esa
melodía es una belleza. Esa pieza, recuerdo que fue ampliamente utilizada por diversas
tiras cómicas que yo veía cuando era chica y de allí que, cuando la escucho, por
arte de magia, me transporto a la época más feliz de mi
vida: la infancia. Amo “Rapsodia húngara” de Liszt.
Otra cosa,
relacionada con la música clásica, específicamente con “Las Cuatro
estaciones de Vivaldi”, que me
gusta hacer, es inventarle a Ana, mi hija, cuando voy con ella y Luis en el carro,
historias fantásticas y locas, sobre abejas
volando traviesas durante “La primavera” de Vivaldi…no hace falta ser un
erudito para apreciar las cosas buenas de la vida.
Hoy no voy a escribir como si fuera una experta en la
materia musical, no lo soy, sólo quería contar cuanto disfruto la música. La música me hace reir y llorar de la emoción, como las
de los conciertos de solidaridad a alguna causa bonita (la música de
Serrat, de Rómulo, de Sabina y de Silvio, por supuesto). La música
me hace gritar a todo pulmón, en
los “toques” de rock y a veces, la
música, me brinda un placer “casi” CASI…erótico, con la ventaja de que trae menos
complicaciones que ese otro placer.
Escribiendo esto pienso y sonrío , mientras tengo, “Reminiscencias” de Julio Jaramillo, como fondo musical , sin duda,
sin la música,
la vida sería terriblemente triste.
Siempre lamentaré no haber tenido el suficiente coraje para
intentar aprender a cantar “como era debido”.
Cantar me encanta y me encanta también la valentía de los cantantes.
Yo admiro
tremendamente a los cantantes, sobre todo a los que inician en un mercado tan hostil, donde no siempre se puede cantar lo que se
quiere y donde a veces resulta más fácil
prostituirse a las masas y cantar o tocar el clásico “te quierooooo, mi amooooor no me
dejes sóloooooo no puedo estar sin Ti, mira que yo llorooooooo.” Uffff!
Recordando “esa” canción de Silvio Rodriguez, viene también, a mi
mente, la letra de la canción de Pablito Milanés que
dice “
Pobre del cantor que un día la historia lo borre sin la gloria de haber tocado
espinas…Pobre del cantor que fue marcado,
para sufrir un poco y hoy está derrotado. “ Sí pobre del cantor ese, pero también pobre, de los
que creen que música es Lady gaga, Daddy Yankee y otras yerbas similares.
Por eso es que respeto tanto a los músicos, a los buenos músicos. Ellos al igual que los escritores, poetas,
los pintores y todos los representantes de las artes muestran la
belleza, la tristeza de la vida, lo habitual y lo excepcional. Ellos tienen la función más maravillosa que
puede existir y es que venden sueños y esperanzas, sacan, al resto de los mortales del tedio cotidiano y brindan ESE oasis de felicidad, tan necesario siempre.