Como el hijo perdido y triste, a quien mamá no abrazó suficiente, por estar ocupada llorando por los devaneos de padre, te ví perdido y frágil, a pesar de la capa de superman, que siempre cargas encima.
Avergonzado, agazapado entre espirales de humo de weed, inquilino prestado de un caserón sombrio, así decidió asumirte mi piel y alma, agradecidas, por la dulzura efímera de unos besos oportunos-necesarios
Desde mi lado, retengo en la memoria esa imagen, a la par pienso en la imposible posibilidad de que los odios acaparen espacios.
Nadie puede odiar a un bebe asustado-intoxicado por el hedor
de la mierda existencial cotidiana, conocida por él desde siempre.
Dimensiones distintas implican imposibilidad de odiar fuera de ellas.
En mi castellano lumpen todo se reduce a un simple: tú en tu mundo, yo en el mío.
Es la ventaja de estar cada uno en lados diferentes del espejo.
Zape, bicho...zape
Zape, bicho...zape