lunes, 18 de mayo de 2009

Amor, adicción y liberación...o el arte de deshojar margaritas



¿En qué momento te das cuenta que una relación afectiva en la cual has participado por muchos años no debe continuar, en virtud de que un superior instinto de supervivencia te lo indica ¿en qué momento decides que la persona que compartió contigo techo, cama, planes, hijos, alegrías y frustraciones cotidianas, debe ser historia antigua?.


Es dificil saberlo. Yo lo decidí hace algún tiempo (relativamente poco, según los estándares convencionales) cuando me vi avocada a la necesidad superlativa de salir de la más horrorosa de las adicciones, no se trataba de una adicción a una sustancia perjudicial al cuerpo (droga o licor), no de una actividad específica (juego o apuestas), sino de la adicción a una persona específica quien había sido mi compañero de vida, alguien de quien me enamoré desde hace más de veinte años, y con quien, tras altas y bajas (más bajas) fundé un hogar y procree dos hijos.


Cuando decidí ser honesta conmigo y no seguir más la farsa de tratar de sostener una relación "amorosa" de años, que de lo insatisfactoria para mi, me estaba matando de tedio, tristeza y amargura, no sabía en lo que me estaba metiendo. Bueno, si lo sabía, pero no pensé que iba a ser tan dificil. Ello era así, ya que por años, había tratado infructuosamente de salirme de aquello y no podía, me enredaba más y al final siempre decidía intentarlo de nuevo.


Hoy decidí escribir al respecto porque me siento capaz de mirar dentro de mi, sin rencor y sin dolor. Hoy decidí escribir porque, como todo proceso en la vida, el luto es necesario, ya muchísimas lágrimas fueron derramadas, aunque no hay certeza de que el manantial que las produce se haya secado, espero que no sea así, pues el contacto húmedo y salado que se funde con mis sentidos es la mejor prueba de que estoy viva, ¡de que aún puedo sentir!.


Me he volcado en mis amigos y mi familia para no lamerme las heridas sola, pues he descubierto que el más grande de mis cucos o terrores tiene por nombre SOLEDAD.


Se puede estar solo acompañado, eso lo sabe mucha gente al igual que yo. Lo cierto es que tal vez la mayoría de la gente ni siquiera repara o le da importancia a ese hecho. Ahora bien, es posible que, a diferencia de mi, esa misma gente tenga la autoestima por las nubes o no tenga, como yo, tan pobres los niveles de tolerancia a la frustración.


He decidido hacer un censo de las experiencias positivas obtenidas en el proceso de sanación, así mismo he aprendido a lidiar con lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. He decidido salir renovada de la experiencia. No se si lo logre, pero si haré mi mejor esfuerzo en lograrlo.


La gente en su mayoría ha sido generosa y solidaria con mi dolor, aunque no ha faltado la mano (mejor dicho la lengua) que hunda el puñal en la herida un poquito más, sembrando la cizaña del comentario mal intencionado, pero ese ínfimo porcentaje ni suma, ni resta.


Lo cierto es que ahí voy, braceando, tratando de salir a flote. Por lo menos ya solté el lastre y se lo que es tocar fondo.


En el proceso he mudado la piel, mi mente y el alma. ¡Que fácil resulta, desprenderse de las cosas o seres que uno no ama!, lo dificil es separarse de algo o alguien a quien uno ha amado obsesivamente con la estupidez, terquedad, pasión , el desenfreno y las vivencias de toda una vida compartida, pero a la vez con el convencimiento y la racionalidad plena de que el asunto no funcionaba en debida forma. A veces las diferencias de criterios y esencia son abismales, insoslayables. Una cosa es que polos opuestos se atraigan y otra muy distinta es que funcionen bien juntos.


Yo creo que el fundar y mantener un hogar teniendo como base el amor verdadero, debe ser algo que sobrepase los límites de lo hormonal, debe ser una cuestión de compromiso, de planificación, de estrategias compartidas, un caminar juntos, pero un caminar unidos en una misma dirección, hacia un objetivo común, que en mi limitado entender, se reduce a la búsqueda sencilla de felicidad sana y homogenea para todos los miembros del hogar, no puede ser que sólo una parte de esa relación se vea beneficiada y que el resto del grupo sea infeliz.

Tratando de salir de mi relación tóxica-adictiva hice de todo, desde separarme paulatinamente del objeto de mis afectos, a fin de que el trancazo no fuera tan fuerte, ¡craso error!, duele igual o más que cuando la separación es brusca; o bien, procurar vivir una vida paralela a la suya, manteniendo mis aficiones e intereses separados de los de él, no se pudo; y finalmente tuve que tomar la decisión radical de romper con todo. Para lograr esto último me encomendé a todos los dioses, logré saturarme de trabajo, ocupé todas las horas posibles del día en cosas ajenas a él y finalmente cambié mis libros de leyes, de verso y la literatura cotidiana, por los textos de autoayuda que alguien generosa e incondicionalmente, con una terquedad parecida a la mía, me hace llegar.


Contra lo que pudiera esperarse, ha sido precisamente en este período de desintoxicación y saturación de trabajo, cuando más prolífica ha sido mi pluma, cada quien debe buscar, a modo de catarsis, la manera de expulsar los demonios que corrompen el alma y que extinguen los sueños.


Algunos beben licor, otros limpian su casa y botan los checheres viejos, otros buscan el clavo que saca otro clavo, otros se saturan de trabajo, otros arreglan cosas, otros se van de pesca, otros dibujan, cantan o escriben canciones...otros no hacen nada y se suicidan, aunque a veces no literalmente pues, aunque no aprieten el gatillo o salten del puente de Las Américas, deciden seguir "viviendo", pero muertos, como zombies.


Mi manera de salir del tunel incluyó, como ya dije, muchas cosas, desde el mudarme temporalmente, volcarme en mis hijos, dejarme consentir por los que me quieren bien, escribir cartas, versos y leer libros de auto ayuda.


La necesidad de la mudanza y el posterior alquiler del que fuera el hogar conyugal, se da por dos razones específicas, una para no lidiar con el fantasma de los recuerdos que todavía debe penar y arrastrar sus cadenas por todos los rincones de nuestra casa y la otra, más práctica y menos paranormal, a fin de ayudarme a restaurar mis maltrechas finanzas, luego de la ruptura.


El querer a los niños, no requiere una mayor justificación, pues aparte de que es intrínseco de una relación sana entre madre-hijo, no deja de tener una connotación culpable, por lo menos así lo ha sido en mi caso, pues razono que si yo perdí un marido, un compañero de vida, ellos han perdido, por lo menos así es en estos momentos, al padre que estaba con ellos en el hogar, ello independientemente de los acuerdos de visitas, guarda y crianza compartida, pensiones alimenticias y tópicos relacionados de índole legal, los que son sólo paleativos consoladores que jamás podrán sustituir a la presencia del progenitor ausente. Los días pasan y no dejo de sentirme culpable por ello.


En cuanto a lo de dejarme consentir un poco, ¿puede alguien, en su sano juicio, criticar, el que acepte gustoza las bondades de mi madre, de mi familia y de mis amigos, que por pura buena fe y como gesto de amor incondicional hacia mi persona se han propuesto ayudarme a salir del hueco de las tribulaciones? Bueno, y si alguien lo hace, eso es algo que no me quita el sueño.


Escribir cartas, largas algunas, un poco razonadas, cortas otras, llenas de pensamientos fugaces, de incoherencias, de sentimientos a flor de piel, dirigidas a algún destinatario conocido o guardadas sólo para mi, constituyen al igual que los versos inspirados por las musas del momento, el desahogo necesario de las presiones, para sobrellevar un poco dignamente la natural tristeza ante la muerte de un pedacito de mi alma.


Esos versos son, algunos digeribles, otros tal vez no, unos quizas bastante cursis y algunos más, tan malos, hasta para mi, la madre que los parió, que de lo malos, ahora que los miro con calma, probablemente duerman el sueño eterno en el disco duro de la pc (jamás daño, borro o destruyo lo que escribo, aunque a veces por negligente he extraviado algunos escritos). ¡Ay, pobre de mis versitos sueltos!, algunos no son tan malos, según los entendidos, ni tan bobos, pero todos si muy íntimos, algunos dolorosos, sobre todos los del inicio de la ruptura, por el momento no verán la luz, pues todavía producen escozor en la reciente herida.


Pero finalmente son los libros de autoayuda leídos, cuyo contenido nunca fue del todo ajeno a mi conocimiento, pues siempre coquetee con ellos, los más grandes colaboradores en esta batalla contra la depresión, el abandono y la soledad. Todo el mundo debería leer a Walter Risso, todo el mundo debería deshojar sus margaritas y entender que es posible amar sanamente, sin adicciones. Yo quiero hacerlo...tengo fe en que es posible hacerlo...sé que podré hacerlo.

martes, 12 de mayo de 2009

Cargas y Equipaje





Llegas a mi vida y yo ni te esperaba…
Llegaste, y yo, resignada a olvidar.
Cuando había decidido que todo lo valioso era pretérito.
Cuando sólo conjugaba el verbo vegetar.

Llegas a mi vida, todo tu, con tu carga de letras y sonrisas
ángel de la guarda, roca firme,
sopa de pollo para el alma adolorida,
luz en la mirada, poniéndo al corazón curitas

Llegas a mi vida y no se por que llegaste,
soy un nudo enredado…sin nada que ofrecer…
aún así... por favor, no te vayas, quédate.
Al final sólo estamos los tres: Tu, yo y mi equipaje a cuestas:
un montón de recuerdos perdidos en la infancia
y cantidades industriales de esperanza.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Metamorfosis

Borrachera sin alcohol, ni ganas…
Plenitud, pero no de besos…
Borracha y plena, mas no, de promesas falsas
Plena y borracha de anhelos y sueños…

Duele la tristeza de los espacios vacíos,
el alma del hijo que pena por el padre ausente,
el recordar ingrato de placeres lejanos,
pero no muere, el ansia de vivir, que en el pecho late.

Harta de buscar respuestas,
serenidad en los pasos.
¡Al fin libre de obsesiones y desengaños!
¡Al fin yo misma!, de frente y primero, no detrás…

La tierra gira y el tiempo pasa
Mirándome en el espejo de los desencantos
Cuestionando a Dios por mis caídas, por mis quebrantos.
Recapacito y mi ser se condensa.

Y es que el ave fénix, no renace,
si antes, no muere.
Como tampoco vuela el insecto,
si no rompe el capullo.