miércoles, 19 de junio de 2013

Rutinas


 

No sé porque se insiste en que las rutinas son malas.  Malas porque dizque matan el amor,  malas porque nos hacen predecibles.  No comparto ese punto de vista.  Si el amor se acaba,  no se trata de un asunto de rutinas...tal vez de malas rutinas,  pero confluyen muchos otros factores.  A mi no me importa ser predecible:  Los tiempos de "femme fatale",  de hacerse la interesante,  pues pasaron hace long... long time.  No me interesa que la gente se forme ideas equivocadas respecto a mi.  Simple.

Soy como buena humana, un animal de costumbres,  de rutinas.  La mayoría de las personas somos rutinarios y  predecibles,   aunque reconozco que hay gente es incapaz de realizar un mínimo de actividades cotidianas con cierta regularidad y  predictibilidad. Algunos lo hacen inconscientemente,  otros son cabronamente malvados y esconden todo,  pues su naturaleza es la mentira,  el fingimiento...la maldad.  

Igual,  la falta de indicadores en materia de rutinas me molesta,  pues pienso que todo el mundo debe tener rutinas,  porque aparte de que facilitan las cosas,  le indican al resto de la gente como interactuar con ellos,  Por eso me molesta la gente que no tiene rutinas, o que las tiene,  pero no las hace públicas al resto de los mortales,  ya que  le impiden a uno entenderlos,  ayudarlos y hasta quererlos.

Insisto mucho en las buenas rutinas con mis hijos:  arreglar la mochila,  dejar el uniforme listo,  cepillarse los dientes,  extender la toalla mojada.  Básicas rutinas que forjan la personalidad.

Poner el reloj antes de acostarme,  levantarse antes de que el reloj me despierte,  tomar agua,  tomar los suplementos,  destinados a prolongar nuestra existencia terrenal,  revisar el celular,  ver si durante nuestro sueño alguien interactuó conmigo, devolver el chat,   la interacción, poner la cafetera,  beber el primer café del día, con rabia,  porque le tengo que poner edulcorante y no azúcar.  La primera psicosis del día aparece:  fobia a que se suba el nivel de azúcar (lo jodido es que sólo aparece cuando tengo que ponerle azúcar al líquido que más me gusta,  el café,  no entiendo porque la cabrona fobia no aparece cuando me banqueteo,  un flan casero,  un cheese cake,  o una barra de hershey)….pendejadas mías…

Tomar más agua,  elegir la toga del día,  limpiar los zapatos que usaré,  sacar los accesorios,  hacer los oficios domésticos,  revisar los diarios, los bochinches,  las novedades, hacer la lista de los pendientes,   despertar a los chicos,  tocar un clarín imaginario,  pero escandaloso,  hacerse la chistosa con ellos,  para que la primera imagen cotidiana no sea de desánimo,  echarles un vaso de agua encima,  si no les gustó mi toque de clarín,  ni el chiste e insisten en quedarse dormidos o lloriquear por sueño,  desayunar,  correr a la escuela,  regresar a casa,  trabajar,  tararear la canción del día…todos los días,  sin falta,  escojo una.


Sin duda, me encantan mis rutinas,  más me gustan desde que caí en cuenta de las mismas,  como en estos días atrás cuando mi hija me dijo:  “mamá tu eres una loca en las mañanas…me gustan las cosquillas que todos los días me haces para levantarme…” pero por favor deja la bulla,  los vecinos van a pensar que en esta casa viven puros locos..."

martes, 18 de junio de 2013

De cellos y prismas




… anoche soñé con sonidos, juro que no me fumé nada raro antes de acostarme…específicamente soñé con sonidos de cellos, tal vez habían otros sonidos, pero como no soy experta, sólo distinguía el encanto elegante y sobrio de los cellos…lo jodido es que al despertarme a las cuatro y media, el Internet y la mirada ojerosa que me saludó desde el botiquín deli baño, cuando cepillaba los dientes, me bajaron de la nube: protestas en Brasil, Turquía, por donde se mire...en fin, lo normal, lo cotidiano: beberse el café de la incertidumbre. Buscar el último chiste del patio para hacer fiesta...calderones, doñas, piedreros raperos, ciegos y plagiarios, danzarán, como siempre, en macabro giro…

…y si no fuera porque mientras peor está la cosa afuera, la mente “inventora” se abre.. y vuela… y sueña… diría que también hoy es JUSTO, NECESARIO y de FORZOSO CUMPLIMIENTO el uso del “PRISMA DE LA PERPETUA IMBÉCIL ”…sí, ese aparatito que tv offer aún no vende, pero que seguro lo tienen en mente; y que, yo con esa mente “inventora” (como dice la madre que me parió) recreo en una realidad paralela…Es maravilloso el dichoso aparatito (a veces el prisma es verde, por aquello de la esperanza o a veces rosa, por aquella canción de Edith Piaf)…pero volviendo al prisma…va a ser un boom cuando MATTEL adquiera SUS derechos y me vuelva hiper millonaria, ya que todo el mundo, al igual que yo, podrá transformar su realidad…con él prisma en cuestión, usted seguramente creerá que VIVE en un mundo cool, que usted ES algo diferente o especial…y que las cosas van a mejorar…sí, sin duda, hoy es un día en que Panamá y yo necesitamos el dichoso prisma… A inventarse su propio prisma gente…




domingo, 16 de junio de 2013

Senderos


Salí el domingo, de madrugada,  rayando la penumbra,  el café todavía tibio en el estómago.  Estacioné el auto  cerca del mirador,  con los focos hacia el frente del camino,  por si estaba lloviendo a la vuelta,  poder salir fácilmente.

Sujeté la cangurera a mi vientre y me interné en el sendero.

Busqué un rastro  que delatara  las huellas mi presencia y la tuya en este lugar,  hace poco más de dos años.  Nada encontré.  Ni marcas de mis caídas en el fango, ni el bordón que guardé tras el árbol milenario que resguarda la entrada del reino de las orquídeas.  No encontré tampoco el enjambre de mariposas azules,   ni escuché el  eco de las risas de ninfas.  Por suerte no me encontré con el fauno que nos espiaba ese día,  me habría muerto de la vergüenza en el acto.                                                                                        

A gatas subí el cerro.  En la cumbre,  a la derecha e izquierda y abajo: solo la nada grisácea,  salpicada de todos los verdes posibles de este mundo. 

Por fin,  se habían sellado los senderos primigenios.


Los otros caminantes que ascendían,  ya entrada el alba, se sorprendían al ver a la mujer sola que regresaba con el sol en la mirada,   tarareando el blues de los esclavos…









jueves, 13 de junio de 2013

Piel de seda

Cegarme (otra vez) 
con la luz de la mirada limpia que desarma las rabias.
Tocarte.
Reírme
contigo,
de ti
y de mí.
Tejer guirnaldas y coronas de olivo,
inventar (nuevamente)
la inocencia.
Besarte (cuando ni lo esperas)
O sí?.
Provocarte.
Hacerte penar por la sabia de mi entrega.
Morir y renacer en y por tus besos
Morir y renacer en y por tu piel de seda.
…………………………
Los buenos propósitos adonde quedaron?
Porqué enemiga de mi,  asesino a la otra yo?
Sí ella no tiene cadenas, ni (tantos) esqueletos en su armario.
Sí ella no es  bruja,
aunque voluntaria se abrase en la hoguera de tus fuegos?
………………………..
Corazón descarriado, como el mío,
desde hoy no te daré más amores mendigos.
Para qué?
Si los hechos cotidianos delatan,
lo que los dedos exploradores,
expertos indican.
Remembranzas de humedales.
Sonrisas de sol.
Abrazos que quitan miedos antiguos.
Seda, 
sí,  siempre,
siempre, siempre
a pesar de todo, 
PIEL DE SEDA









miércoles, 12 de junio de 2013

Lo que quieren las mujeres

...dos veces en menos de una semana y me preguntan:  y tú que quieres????  yo contesto...quiero que nadie me moleste...quiero paz...

....a veces puedo ser terriblemente mentirosa

...lo que quieren las mujeres:  


domingo, 9 de junio de 2013

Miedo (cuento)


Porque entre el lunes y el martes, 
me sobra tiempo para necesitarte 
Porque me miento si digo, 
que tu mirada no fue mi mejor testigo




Porque fuimos lo que fuimos (J. Drexler) 


No le tengo miedo a dios o diablo alguno.  No le temo a enfermedad o  calamidad doméstica.  Estoy segura,  que llegado el momento,  si mi sufrimiento fuera extremo,  sí de mi dependiera no me temblará el pulso para terminar con el mismo.  También estoy segura que,  si de cortar de raíz el sufrimiento de alguien a quien amo, se tratara,  no vacilaré en cerrar la válvula de oxígeno o hacer lo que fuera para que esa persona se muera en paz.

Antes le temía al asaltante,  a los desastres naturales,  a no tener un centavo en la cuenta de ahorros, a perder, a no tener la razón,  a que algo terrible le sucediera a mis hijos.  Antes le tenía miedo a la vida,  a la alegría, a la tristeza, a la soledad.  Antes le tenía miedo al miedo.

Creo que básicamente todo se circunscribía al temor a no caber en moldes de “buena”,  de mujer intachable, madre abnegada, matrona del buen entendimiento y la cordura.  Temía a la prosperidad de los otros,  tan contraria a mis limitadas  posesiones terrenales.  Temía no poder  llenar expectativas ajenas,  cuando ni siquiera llenaba las mías

Ya no temo a nada de eso. 

Realmente creo que a lo único que verdaderamente temo es a la intrascendencia,  a pasar desapercibida,  inadvertida,  a no dejar huellas de mi presencia en el mundo.

Habiendo establecido mi principal miedo,  los otros miedos,  poco importan, los otros miedos,  son nada,  a la sombra de aquel temor mayúsculo a la intrascendencia.

El miedo a las canas,  a la grasa del abdomen  a las tetas caídas,  a los calambres, a los infaltables calambres en el muslo derecho,  cuando intento una  posición extrema diferente a lo cotidiano para tener sexo,  ya no importan.  Total,  siempre existe la magia de las fajas,  de los tintes,   de los sostenes de aumento y el diclofenaco o cualquier antiinflamatorio que relaje los músculos resentidos. 

El miedo al inexorable paso del tiempo es nada ya.  Ese no cuenta.  Me rio del paso del tiempo.

Pero,  aunque he descrito mi gran miedo,  no puedo negar que aún subsisten,  a veces,  subversivos, otros “mieditos” inofensivos,   reminiscencia de miedos infantiles,  mieditos tontos,   que,  a veces,  también,  me hacen pasar malos ratos,  y que como siameses conviven conmigo día a día,  hora a hora,  minuto a minuto y segundo a segundo.

Por ejemplo,  acepto,  que todavía, a veces,  le tengo miedo al hombre del saco de mis pesadillas infantiles,  con el que abuelo me asustaba cuando quería corretear de noche por los linderos de su casa.  Miedo a que se aparezca el día (o la noche) menos pensada y que,  zalamero y coqueto,  me pida aquello y que yo,  en un arranque de desprendimiento y buena voluntad,  se lo dé gustosa  y que luego él se vaya, no vuelva más y que yo lo extrañe.    

Tengo miedo al agujero que está en el techo de mi recamara.  Me da miedo, porque pienso que por él puede colarse una cucaracha extraviada y caer en mi boca mientras duermo,  mientras ronco con mi boca abierta.  Y ese imaginar que,   durante algunos segundos,  el insecto,   atravesará íntegro, todavía vivo, aleteando,  tal vez,  por mi laringe,  tráquea y luego se aloje en mi estomago,  es algo más grande de lo que normalmente puedo soportar. 

También cuenta el miedo a la esquina izquierda de la habitación,  que en las tardes,  después de las cinco,   parece  tragarse las sombras y que no sé porqué me recuerda  la ranura inmensa de un buzón por el que se escapan los sueños inconclusos y los buenos propósitos de ser una persona normal.

Pero de los miedos bobos,   al que más miedo le tengo,  el que hiela,  sin duda la sangre,  es el miedo al espejo.

Ese miedo alcanza a todos los espejos,  al del retrovisor del auto,  al de la polvera con que me maquillo en las mañanas,  al del espejo de luna del pasillo de la casa,  al del botiquín de mi baño,  al de los probadores de los vestidores de los almacenes,  todos los espejos son,  indefectiblemente,  fuente productora del terror.

La esencia del miedo a los espejos,  supone el pensar que un día cualquiera,  el espejo (el que sea),  en lugar de reflejar mi imagen, cansada,  triste,  eufórica,  feliz u ojerosa,   me devuelva la imagen de los ojos.

No,  mejor dicho,  no se trata de que me devuelva la imagen de  los ojos,  sino que me devuelvan la imagen de “la mirada”. 

La mirada que se quedó eternizada y cuya profundidad,  aún percibo a veces,  es escrutadora,  posesiva,  burlona,  dulce,  hambrienta e inquisitiva. 

 “Esa mirada” es también muy necia.  La tengo presente a cada rato.  Durante las acciones cotidianas de la vida,  como cuando me baño,  cuando me visto,  cuando como,  cuando respiro,  cuando cierro los ojos y por supuesto,  cuando recuerdo el contexto erótico generador de “esa mirada”..

Lo más terriblemente jodido es que “esa  mirada” es polifacética,  pues también salta o brinca,  para mayor entendimiento,  es flexible,  dinámica,  es persistente,  como quedó ya dicho.  A veces,  la muy maldita, parece hasta gimnástica y encima,  para más remate,  también se burla de mi. 

La condenada mirada amaga como si fuera a saltar de mis pensamientos para ir a incrustarse en el espejo menos pensado,  tal como lo hizo una vez.  Esa primera vez que saltó desde el espejo del techo,  colocado estratégicamente en la parte superior a la cama del motel de ocasión,   desde donde  se incrustó desde el inicio de los tiempos hasta  mi cerebro y mi alma.


Ya ni recuerdo a quien pertenecía "la mirada",  ya ni recuerdo los detalles del espejo,  ni el siquiera el motel desde donde saltó,   lo que sí es cierto, es que  "la mirada" acecha y que a veces,  por el miedo a "la mirada",  se me olvidan mis miedos a la intrascendencia.