miércoles, 18 de octubre de 2017

Yo también (del porqué no necesito tu piropo, del porqué detesto tu acoso)


#Yotambien odiaba que me mandaran a la tienda y tener que sentir en mi cuerpo de niña de diez años la asquerosa mirada, lujuria viva del tipo que despachaba los víveres...Guillermo, se llamaba el viejo repulsivo.  Llegué a tener pesadillas aterradoras con el tipo y su maldito delantal. Nunca se lo dije a nadie, siempre sentí que yo era la culpable o en todo caso, mi mamá, por mandarme a la tienda. Odio que Anita,  mi pequeña, vaya a la tienda sola,  Luisito,  su hermano,  no lo entiende.  No entiende porque él debe hacer la mayoría de los mandados de la casa.

#Yotambien,  a los doce años sabía que la esquina del barrio, donde ellos, la jauría masculina de la calle,  jugaba 21, era el peor sitio para caminar sola o acompañada.  A ellos no les importaba que fueran una, dos o tres chicas,  las caminantes.  Solas o en grupo,  tener vagina y senos era suficiente razón para que tuviéramos que aguantar estupideces. Los mismos chicos que un par de años antes descubrían el mundo en bici  conmigo, ahora parecía que disfrutaban gritándole a una cosas feas que me avergonzaban y aterrorizaban.

#Yotambien, al entrar a la Facultad de derecho me tuve que aguantar el asedio descarado y grotesco del profesor de Derecho Civil "De Obligaciones", las risas estúpidas de los compañeros del salón, ante la cacería tenaz e hija de puta del payaso aquel y encima, pese a que "pilé" como demente, tuve que "mamarme" una C y no la B que merecía,  la que me había ganado, porque el muy maldito, cabreado, porque "no se lo aflojé", se desquitó con la calificación.

#Yotambién, por la misma época, cuando eras estudiante-pasante-mamá soltera-divorciada, te tuviste que tragar las lágrimas, la vergüenza, la indignación y te tocó sonreír estúpidamente al jefe que por la edad podía ser tu papá, cuando una vez junto a otros sementales jurídicos soltó con toda la intención de humillar a las hembras de la oficina y supongo que para reafirmar su hombría en decadencia, que para ser abogada antes había que ser puta, que por eso él jamás dejó que su hija estudiara derecho.  Esa vez, no pudiste decir nada y te tocó llorar para dentro.  En tu cartera sólo tenías justo el pasaje de ida y regreso a tu casa, para lo que restaba del mes.

#Yotambién; y tal vez tú,  recuerdes a Celeste y sus ojos cansados de llorar y a veces el vértigo regresa.  Ese terror cotidiano para esa época, de que el marido se decidiese a cumplir sus amenazas.  No hubo consejo jurídico, promesa o boleta de protección que lograra que ella se atreviera a dejar definitivamente al monstruo.  Porque aunque no lo aceptes, tú, a pesar de tu carácter jodido, le tenías un verdadero miedo al maldito ese.  Tenías miedo por ella, pero aunque jamás se lo confesarías a nadie, el mayor miedo era por ti misma.  Miedo a que el acosador-golpeador de mujeres, que te había dejado una nota en el vidrio del carro,   cumpliera la amenaza de matar a "su" Celeste y a la maldita perra abogada que lo estaba separando de ella.

#Yotambién;  tuve que bloquear gente en redes sociales, en teléfonos;   y en la vida real con seguridad, te tocó mandar a la mismísima mierda a simples mortales desconocidos,  los que seguramente,  por el simple hecho de que le guindaban de entre las piernas,  un par de bolas, asumían que tú deberías estar agradecida porque "él" tenía y expresaba la maravillosa e importante  opinión NO PEDIDA, de que tú eras "un amor", "un angel", "una reina", "una princesa" o una estupidez similar.

#Yotambien me aguanté el acoso infame del amigote de mi ex marido, del novio de la amiga, del camarada de ideales, del tipo que se decía feminista, del ateo, del creyente, del adorador del che, del macho derechista.  Al final, no hubo ni uno solo que no asumiera que mi lápiz labial o mi falda corta, no eran más que un indicativo de que yo quería que «me dieran».
#Yotambién descubrí que el acoso despiadado, sutil o evidente, JAMÁS toleró un «no» decente o civilizado, de parte de la víctima. Porqué  ganar el respeto o no volver a ser acosada, sólo se logró, tras insultar al acosador, meter rodillazos en los huevos acosadores, golpear en la jeta acosadora o huir del agresor acosador.

#Yo también, a veces me odio, como odio a los cobardes. Me odio y lloro por dentro y por fuera: a veces no sabes si la rabia, la tristeza, la impotencia, que sientes al escribir esto, es más o menos grande, que la vergüenza que te embarga, cada vez que recuerdas que muchas veces no dijiste nada cuando te acosaron, cuando te agredieron, cuando te abusaron.