martes, 20 de mayo de 2014

Requiem


Por suerte o por que no,
o porque así son las cosas desde siempre, 
llega el  momento en que la ira ancestral,
básica e inconsciente  que subyace en nuestra
esencia se quiebra.

Resulta que sin entender la mecánica regenerativa del ser,
ni tener que invertir el curso de los ríos,
se vuelve  al reino elemental,
de la madre tierra,
de la luz de la luna,
de la brisa
o de los cielos naranja,  lavanda o rosa,
según corresponda.

Se vuelve al cotilleo con los compinches, 
a los deberes familiares,
a colaborar con las causas nobles de la vida,
a destrabar  aldabas que cerraban pesadas puertas, 
cuyos chirridos y oxidados goznes,
despertaron de nuevo
ansias andariegas dormidas.

Es entonces cuando guardamos la piel de meretriz,
la capa de caperucita,
los dientes postizos de la abuela,
y el rifle del cazador
en el baúl de los sueños cumplidos.

Y ser  madre del futuro de la patria,
buenas y liberadas mujeres  risueñas, 
no circunspectas, ni elegantes damas  de moral intachable,
más bien, sencillas ciudadanas útiles,  
con trajes de obreras,
ejemplos  gloriosos para las nuevas generaciones,  
o  cualquier otra cosa realmente digna,  que justifique  el perímetro
ocupado por nuestra corpórea realidad
se vuelve de rigor

Pero eso sólo pasa cuando
dejamos de llorar por dentro,
De sufrir por dentro,
De morir por dentro, 
De sentir lástima de nosotras mismas e
inventar excusas  para justificar  la pereza
o la tristeza
o la ternura
que neciamente insistía en llenarlo todo,
que lo llenaba todo,
que lo ahogaba todo.

Afuera está el aquelarre purificador esperándonos,
Afuera no hay molinos de melancolía
ni hay vientos malsanos,
que retengan nuestro andar.
Afuera está  todo,
lo que quiero y lo que no
Afuera está todo, 
lo correcto o lo incorrecto.

Quién diablos sabe que hay afuera?

Afuera está lo que no espera, 
ni se espera,
lo que se deduce y lo que no.

Lo que asusta aún,  es que todas esas cosas,
sólo pasan afuera,
afuera.

Porque afuera,  todo  pasa,  
la muerte,
el frío,
el hambre
y esta sed de cosas ignotas,  que me roba el sueño
pero afuera también
está la vida,
el sol
las ganas por las que volví a colgar en mi cuello mariposas de esperanza,
talismanes de la buena suerte, 
que ya no son azules,  sino ocre.

Por eso afuera,
sin mezquindades,
sin odios antiguos,
sin esperar nada a cambio,
sólo el milagro de la lluvia purificadora que  lave nuestros pecados,
mi alma renacerá  pura, liberada y simple
y entonará un réquiem por mi ser antiguo
Y también por ti.