sábado, 4 de diciembre de 2010

Lagrimas decembrinas

En estos extraños días de diciembre en los que el cielo de Panamá llora, vienen a mi mente analogías interesantes. Miro las gotas de lluvia y las comparo con lágrimas del cielo…me digo: cuanta tristeza debe tener la madre tierra para llorar de esa forma, pero luego, vuelvo mis pasos y recapitulo, miro las rosas hermosas del jardín, mojadas por la lluvia y sonrío; pues sé que no necesariamente se llora por la tristeza, por rabia, frustración o dolor…a veces, también se llora de alegría.

Yo lloro si me machuco un dedo con la puerta…y luego, estúpidamente, mando la puerta para el carajo, la pateo, incluso; y vuelvo a llorar por el dolor, ahora no sólo de la mano machucada, sino del pie pateador.

Yo lloro si mi hijo Luis me mira con esos ojos tan dulces y me dice que me ama más que nada en el mundo…y lloro también, de decepción e impotencia, queriendo olvidarme del Código de la Familia y de lo que sé sobre el maltrato infantil, cuando el mismo Luis, con cara de yo no fui, me esconde los ejercicios de la escuela donde obtuvo un fracaso y haciendo gala de sus dotes de Picasso, pretende transformar, emulando a su tía Vero, en otros tiempos (muy burdamente por cierto) un 1.5 en grammar en un supuesto 4.5 (cómo si yo no me fuera a dar cuenta del “pocotón” de cruces en rojo de la maestra; o los espacios vacíos y la cantidad de absurdas respuestas del examen).

Yo lloro escuchando una melodía conmovedora, como algunas piezas clásicas, cuyos nombres y autores no sé. Lloro escuchando el piano de Clayderman, a Rubén Blades cantando “Patria”, “El Padre Antonio”o “Maestra Vida”; a Silvio Rodríguez cantando “El Papalote” o “Te doy una canción” (que es la canción más bonita del mundo), a Serrat con los “Cantares” de Machado, a Violeta Parra con su “Gracias a la vida”, a Pablito, con su “Para vivir”, a Nacha Guevara cuando canta “Te quiero” de Benedetti. Lloro escuchando “I just called to say i love you” porque fue mi primer himno de amor; y porque quien me lo dedicó se murió hace poco. Lloro cuando escucho “Hotel California” pues la asocio con un desamor tremendo que me marcó para siempre. Hoy lloro oyendo algún éxito de los años 80s convertido en un clásico, no tanto por la profundidad de la letra o los acordes espectaculares, sino porque me recuerda el inexorable paso del tiempo, ese que no perdona. Ciertamente que entre la música que amo y mis tuberías lacrimales, hay una conexión tremenda.

Lloro igualmente de decepción, si el hombre que quiero se pone bruto; y se comporta como un troglodita, machista de la peor especie. Lloro igualmente cuando me mira con esos ojos que desnudan el alma y me dice que me ama, que “ronco bonito y ya no tan infernalmente” y que le encanta como escribo o como cocino. Lloro cuando leo sus poemas tristes de antes y cuando leo el poema irreverente, como él y yo, que me escribió hace un tiempo. Lloro cuando sé que está decaído y yo no puedo contentarlo. Lloro de alegría por las cosquillas que me hace, cuando jugamos a las luchas libres y me hace una llave de la que no puedo escaparme hasta que me rinda.

Este año he llorado de vicio, pero a diferencia del año pasado cuando lloré mucho por la soledad, la incertidumbre, el desamor y la rabia por los sueños rotos, ahora he llorado por diferentes cosas. Este año solté las últimas lágrimas de desamor el pasado 2 de enero, fueron por alguien bueno, por un amor unilateral (de acá para allá) corto y bonito, que al final, no lo fue tanto. Supongo que el año nuevo despertó las nostalgias dormidas. Desde ese entonces volví a llorar con rabia homicida cuando a Mauricio, mi hijo, el fotógrafo de prensa, lo agarraron unos policías hijos de p…, lo esposaron, lo lastimaron y luego encerraron en una porquería de celda injustamente. Lloré cuando cesaron a la Procuradora Ana Matilde de su cargo, pues el ideal de una justicia “justa” se fue para el carajo. Lloré cuando comprendí que en Panamá la corrupción es el pan diario, suba el gobierno que sea; y que la democracia, la igualdad de oportunidades y la libre expresión son una falacia. Lloré cuando perdí la amistad de una persona insustituible; lloré de indignación en más de una ocasión cuando conocí de injusticias sociales inaceptables.

Pero también lloré viendo los episodios viejos de Candy, Candy bajados en Youtube (el día de la muerte de Anthony fue nuevamente de luto para mi, como lo fue cuando tenía 13 años). Lloré con varias películas de contenido inteligente, generalmente independientes, ajenas a Hollywood; lloré de la risa viendo episodios viejos de Benny Hills, 31 minutos, las gatitas de Purcell y vainas bobas similares. Lloré de la emoción leyendo a Benedetti, al Rimbaud atormentado de mis pesadillas, a Proust, a Neruda, también a Giocconda Belli, por supuesto. Los poetas grandes me hacen llorar; y nunca lloro tanto como cuando estoy sola, tengo conmigo un texto poéticamente conmovedor y una botella de vino o media de ron “Abuelo” encima.

Lloré todas las veces que escribí algo publicable o no. Lloro ahora mientras escribo esto.

Yo lloré siempre que me sentí sola, lloré a veces con gente a mi alrededor (Jorge, Naty y Leticia pueden dar cuenta de ello); lloré impotente cuando me metí en líos y cuando sólo me quedaba el consuelo de la presencia invisible e improbable de dios.

Llorar, es como escribir o leer un poema de esos que le erizan a uno los pelitos de la piel, es como dar un buen discurso ante un público exigente, es como cantar en un karaoke entre amigos o como hacer el amor con alguien que uno ama, es liberador: es catarsis pura.

Hay días en que lloro por todo: por un gato abandonado en una alcantarilla; por un elogio inesperado de mi socio y amigo Eduardo; por una crítica destructiva; por un tranque que me hace llegar tarde a una cita de negocios o a recoger a Luis al colegio, por la sensibilidad propia del síndrome premenstrual, por el carro que se dañó de nuevo.

Ciertamente no me da pena aceptar que soy una llorona. Como no me da pena hacer muchas cosas diferentes, tontas o raras, de las que antes me avergonzaba (como decir o hacer lo que pienso y quiero; o como andar en fachas, espelucada y greñuda como una rastafari). Antes no lloraba tanto, pero si gritaba mucho; y cuando no gritaba me reprimía y me tragaba las iras, lo que lograba que la úlcera estomacal, residuo de rabias atrasadas y de malos hábitos alimenticios creados desde la adolescencia fuera “in crescendo”. Ahora, a pesar de las exageradas dosis de cafeína que ingiero y los niveles extremos de estrés laboral que a veces padezco, “parece” que doña Ulcera, se ha quedado tranquila.

¿Porqué hablo o escribo sobre el llanto? Pues porque ver las hermosas gotas de lluvia caer sobre mis plantitas me emocionó y me dieron ganas de llorar pues me alegré de estar viva y poder contemplar el milagro de la naturaleza a mi alrededor y de paso, escribir sobre ello; y porque el objeto de mis afectos amorosos, me dijo hace poco que al principio de nuestra relación, cuando yo lloraba, mis lágrimas le “partían el alma”, le inquietaban terriblemente; y tuve que explicarle, que no tomara tan a pecho el asunto de mi llanto, que el llorar a mi me hace bien y que me resultaba reparador.

Por eso escribo, por eso canto, por eso lloro, por eso río …por eso amo, en este inusual gris y frío diciembre panameño: PARA DEJAR LIBRE LAS EMOCIONES PRESAS.

jueves, 30 de septiembre de 2010

La coraza, el molino y la muralla


Estoy forjando una coraza de acero, para que reboten en ella
las flechas de la mediocridad , los malos amores y la maledicencia.

Construyo un molino de viento, que arroje lejos de mí y los míos
las envidias, la pereza, las tristezas y los odios.

Levanto una muralla de piedra, para separar el hoy del ayer
con un profundo foso para ahogar en él, las malas costumbres, que no me dejan ser,
como quiero ser.

Trabajo y sudo.
Sufro mucho.
Duermo poco.

No es fácil.
Ciertamente, no es fácil.
Las ojeras,
Las manos cansadas
y el cuerpo apaleado,
dan testimonio de ello.

No es fácil.
Pues, cómo romper de los rincones perdidos del alma
las cadenas de la culpa, que inexorablemente me atan al pasado.
Las que cotidianamente abruman mi conciencia
Y me escupen al averno?

No es fácil.
Ciertamente no es fácil.
Qué hacer? No lo sé.
Si a veces, acompañada,
añoro al que me pisa.
Qué hacer? No lo sé.
Si a veces, cuando estoy sola,
olvido los buenos propósitos y exijo,
masoquista y gozosa,
la cuota cotidiana de tragedia y llanto?

Qué hacer?,
Qué ser?
Qué querer?
Qué buscar?
Que soñar?
Que forjar?
Qué pedir?
Adonde ir?

No lo sé. A veces siento que nada sé.

En este negro túnel existencial, lo único claro
es que el tiempo de los quijotes
y de los mesías redentores,
se quedó atrás.
Eso es lo único cierto.
Esa es la más cierta de las certezas.

No lo sé….

No es cierto. Algo sé:

Que ahora, en el límite de mis fuerzas,
sólo queda, forjar la coraza.
sólo queda, construir el molino
sólo queda, levantar la muralla.

…y avanzar.

jueves, 5 de agosto de 2010

Taciturna

En días como hoy, quisiera que no hicieran falta las palabras
y que bastara solamente mirarnos para saber lo que cada quien espera del otro.
Entonces no sería necesario llorar, para que mis ojos te indicaran
que en estos momentos necesito, más que nunca, de tus besos
que curan, por si solos, mis pesares.

En días como hoy no quiero meterme en tu cabeza para así leer tus pensamientos.
Y es que no puedo imaginar seguir adivinando siempre,
ni escarbar eternamente en la conciencia palabras que ya se fueron.
Porque olvidadiza, taciturna y triste como estoy ahora, razono que,
si en tu cabeza bullen, como en la mía, tantas cosas,
cómo haría para encontrar allí las palabras, vivencias y sentimientos
que sólo a los dos competen?.

En días como hoy, cuando estoy agobiada con mis propias penas y rarezas,
sólo necesito tu amor fácil, sencillo, un amor que no duela nada.
Un amor que no me haga sentir egoísta porque, a veces, no te entendiendo.
Uno que se compadezca un poquito de mi, que me ayude a retomar los sueños rezagados.
Uno que me haga cosquillas, que me saque las carcajadas dormidas.
Uno que me regale chocolates “engordantes”, o tal vez una rosa;
Uno que me soporte un poquito más que de costumbre, cuando ni yo misma me tolero.

martes, 22 de junio de 2010

Hoy

Hoy no te pediré unir bienes comunes, ni las risas de los niños.
No querré un techo honrado, ni un jardín florido.
Hoy no lloraré por compartir tus aguaceros,
Ni he de pelear por mis causas perdidas, ni querré que me cantes melodías del pasado.

Hoy tan sólo he de añorar que te quedes un rato más,
y que me cobijes en tu pecho fuerte, muy fuerte.
Hoy tan sólo miraremos las estrellas, sin prisas
Y he de fingir ser sólo una mujer sola y tú, su clandestino amante.

Hoy te prometo Olvidar todas mis ausencias
No he de llorar nunca más por amores insensatos.
Hoy No aflorarán pretéritas nostalgias,
ni me han de quitar la paz cariños decadentes, ni sueños vanos.

Hoy me mirarás de nuevo con tus ojos sorprendidos
Y tal como lo hicieras por vez primera desde el espejo de arriba.
Hoy después de amarnos hasta el límite de las fuerzas nos quedaremos abrazados
Y me dirás desfalleciente, pero seguro que todo está bien y que esta dicha no acaba.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Hasta cuándo?...!!!!


Mauricio tiene 19 años, es alegre, "vacilador", bromista, bilingue, trabajador, un poco desordenado, como la mayoría de los chicos a esa edad, impulsivo, guitarrista, cantante, inteligente, despierto, culto, con millones de ideales e ilusiones...revolucionario, ¿cómo no serlo, si es tan joven?. Mauricio es fotógrafo de profesión, reportero gráfico, según su contrato de trabajo y es un apasionado en ese arte. Mauricio es mi segundo hijo.

A Mauricio le gusta el arte, las fiestas, su carro, la nova trova, el rock, la música de Rubén Blades. Mauricio es un comelón de primera. Le tiene miedo a los insectos y a las lagartijas. A Mauricio le gustan las muchachas lindas; pero sobre todas las cosas a Mauricio le encanta TOMAR FOTOS.

Mauricio toma fotos SIEMPRE: por placer, porque le gusta, porque vive de ello, porque es un artista. Mauricio toma fotos SIEMPRE.

Mauricio toma fotos a TODO lo que puede: a las flores, a los muertos, a los fuegos artificiales, a la luna, a su madre, a sus hermanos, a sus amigos, a los animales, a las cosas raras de la vida, a las cosas cotidianas de la vida, a las miss "algo", a Juan Carlos Navarro, a Irving Saladino, a Martinelli, a Balbina Herrera, a Juan Carlos Varela, a los Ministros, a la Procuradora Ana Matilde, al Procurador encargado Bossini, a Sandra Sandoval, a Ulpiano, a Metallica, a Guns and Roses, a Juanes, a Juan Gabriel, etc..etc...y 10 millones de excéteras. Mauricio le toma fotos a TODO.

Mauricio a su corta edad, a tomado fotos al Presidente de Colombia, a varios Presidentes Panameños. Ha trabajado para La Prensa, para Revista K, para Panama Post y ahora es reportero gráfico del Diario Panamá América. Las fotos de Mauricio son cotidianamente portada del medio escrito donde trabaja, igual que también fueron portada de dos libros patrocinados por la ONUD, un organismo de las Naciones Unidas que combate el delito. Mauricio toma fotos para bodas, quinceaños, fiestas y todos los conciertos que puede. Mauricio cubre manifestaciones, protestas, levantamientos de cadáveres. Mauricio NO ES UN IMPROVISADO FOTOGRAFO DE PACOTILLA, que, en estado de ebriedad, pretendía meter a la fuerza a dos mujeres a un baile típico.

Este sábado 8 de mayo, Mauricio cubría una asignación de su periódico. Posiblemente tomó una foto que no le gustó a alguien, fue amenazado. A la salida del evento fue interceptado por miembros de la Policía Nacional. Fue humillado, privado de su libertad, sin motivo legal alguno, ultrajado física y emocionalmente por dos personas: un miembro de la Policía Nacional (mientras el otro observaba, divertidísimo, como mi hijo era apaleado como una piñata) y un individuo de la seguridad del evento (sea de la empresa organizadora o del Centro de Convenciones).

Desde ese día, la vida de Mauricio; y tal vez la del resto de sus familiares cambió.

Ya Mauricio, fue atendido en medicatura forense. Los golpes físicos están claramente visibles. Moretones en brazos, pechos y el oido izquierdo con una visible huella del "cariño tranquilizador" de sus agresores, el cual todavía sangra al mínimo descuido. Las secuelas psicológicas, recien empiezan. Mauricio no duerme bien desde ese día, tiene pesadillas constantes, dolores de cabeza y miedo, entre otras bellezas cariñosamente tranquilizadoras, según un alto personero de este gobierno de dementes, al decir de ellos mismos.

Los medios de comunicación nacionales e internacionales en general, amigos, conocidos y desconocidos han sido solidarios. Las acciones legales iniciales ya se interpusieron, sin embargo, como abogada de profesión y de corazón que soy, sé que el viacrucis recien empieza.

La finalidad principal de esta nota, aparte de desahogar un poquito, la rabia e impotencia que me embarga como madre, como abogada y como persona enamorada hasta la médula de su ser de la libertad de expresión (que no del libertinaje), radica en hacer un llamado de atención a todos, sin distinción. Hoy es Mauricio, mi hijo, un humilde fotógrafo el agredido, el injuriado, el humillado; mañana puede ser cualquiera...pareciera que en Panamá, se viven momentos en que quienes manejan su cuota de poder, lo hacen erróneamente. Ojalá ellos recuerden que aunque la justicia divina es efectiva, ésta a veces tarda, PERO SIEMPRE LLEGA; sin embargo, señores, recuerden que quien suscribe, Anayansi Acevedo González, cédula 8-316-409, y muchos como yo ESTAREMOS VIGILANTES para que la justicia terrenal TAMBIEN SE CUMPLA, no sólo para Mauricio Valenzuela Acevedo, mi hijo, sinó para todos

lunes, 19 de abril de 2010

Si yo le amara a él

Si yo le amara a él,
no podría mirarte como te miro,
ni sentiría en el pecho,
estas ternuras que hoy siento.

Si yo le amara a él,
mi mariposa azul de la esperanza, no habría regresado,
Ni invadiría loca, divertida e insurrecta,
todos los rincones de la vida.

Si yo le amara a él,
No querría ser mejor, ni más buena,
No estarían presentes estos deseos sublimes,
Ni tendrían cabida estas ganas salvajes de abrazarte una y mil veces.

Si yo le amara a él,
no construiría castillos de arena, ni de rocas,
N o tejería telarañas de sueños,
ni haría canciones con tus besos.

sábado, 17 de abril de 2010

Resurrección

Domingo de resurrección
Hoy algo más que el hijo del hombre resucita.
Plenitud y dicha.
Despierto sola, de nuevo,
pero con un dulce recuerdo de la luna y canciones en el alma.

Domingo de resurrección
Soy insecto cantor, que tras dormir (por años) en estado larvario
Rompe ataduras,
Rompe mortajas
Me poso en tu árbol para ofrecerte una serenata.

Domingo de resurrección
No hay niños corriendo en pos del conejo pascual, ni buscando chocolates.
No hay buenas e intencionadas razones de paz conyugal.
Total ¿para qué? Acaso quiere paz el viento libre y raudo.
Acaso se hacen hogueras, con la brisa tenue?

Domingo de resurrección
Soy mariposa de alas multicolores y de labios rojos,
ávidos de besos insurrectos.
Me suelto el cabello y salgo a recorrer el mundo
Y tú hombre sabio, de ojos tristes ¿quieres salir de tu capullo a volar conmigo?

Domingo de resurrección
Hoy algo más que el hijo de Dios resucita

sábado, 27 de marzo de 2010

El sueño roto


Anoche, se rompió la burbuja de jabón, que atesoraba un sueño.

Mi sueño, no tuvo la suerte de otras burbujas “más suertudas”, que liberadas a través de esas pajillas que los niños soplan, a veces, luego de ser introducirlas en agua jabonosa, se pierden insurrectas por las nubes y tocan las puertas del cielo.

Mi sueño roto se murió antes de materializarse.

Mi sueño roto, tenía nombre y apellido.

Tenía ojos, boca, cabello, pies, mano, pene, uñas, pelo, bacterias, intestinos, fluidos y todas esas cosas que tienen los sueños de carne y hueso.

Mi sueño roto tenía pensamientos, sentimientos, esperanzas, temores y deseos.

Supongo que mi sueño roncaría, me pelearía un lado de la cama, emitiría suspiros, tendría manías, estornudaría, cantaría, gritaría, mandaría para el carajo a los automovilistas impertinentes y haría sonidos y ruidos que me darían risa, pero que a otra gente, generalmente más grande y seria, tal vez les parecerían extraños.

Pero ya mi sueño no está. Se rompió en menos de un segundo. Y nunca sabré nada verdaderamente cierto sobre mi sueño. Solamente sabré su nombre, su apellido y un par de cosas tontas y superfluas. Por ejemplo: nunca sabré si le gustaba la carne cocida o término medio. Tampoco, si le gustaba más, la lasagna de pollo en salsa roja o salsa blanca. Tampoco, sabré si era alérgico a la penicilina u otra cosa, ni que opinaba sobre la política criolla, ni si era derechista o izquierdista.

Sólo supe que a mi sueño no le gustaban las mujeres con criterio propio. Mi sueño quería una mujer “de” su casa, “para” su casa y “en” su casa. Una mujer que le rascara la espalda y que dijera: “Sueño mío eres lo máximo”, “no vivo sin ti”, “te necesito como al aire que respiro”…y yo no podía decirle esas cosas todavía.

La prueba del paso del sueño por mi vida: un par de fotografías, algunos obsequios caros de él para mi, un poema que le escribí, una tanga rosa perfumada de mi para él, enviada por courier para que le llegara justito el día de los enamorados, una canción de Myriam Hernández y unas ganas, mías por supuesto, de aprender a bailar salsa como los grandes…porque mi sueño, bailaba muy bien salsa, según me han dicho todos…yo nunca pude comprobarlo.

Mi sueño se acabó...a través de una llamada telefónica, como vino, se fue.

……………………

Adios sueño querido…fuistes un sueño muy dulce, mientras durastes. Siempre te voy a tener cariño. Algún día aprenderé a bailar salsa como los grandes y cuando lo haga te voy a recordar de nuevo.

jueves, 25 de marzo de 2010

El trato


Sabes algo, poeta extravagante:
Como tu, también aprendí a mostrar los dientes…
Los dientes, en una hermosa sonrisa,
sirven para algo más que adornos perlados para una boca abierta.
Los dientes, como los de una jauría iracunda,
sirven para infundir respeto,
sobre todo, si maquillas los labios que los guardan,
de un carmín rojo intenso.

Sabes algo, poeta mercenario de batallas ajenas:
Cansada de mirar a la luna,
De llorar desventuras,
De cantarle al amor cicatero,
A cariños insensatos, a veces furtivos,
y al calor, nunca olvidado, de unos besos tiernos,
a veces me vuelvo de piedra.

Sabes algo, poeta indomable, corazón de metal:
Porque llevas a cuesta todos los pecados del mundo
y como yo, tocaste el fondo, del pozo de las tragedias imposibles.
Porque sientes como tuyo, el desencanto que hoy me agobia,
y eso, ¿sabes acaso, poeta?, en este tiempo de absurdos, algo importa…
Por todas esas cosas, y otras tantas,
quiero que sepas, que en medio de esta nada urbana
en esta noche de horóscopos y constelaciones te anhelo.

Sabes algo, poeta de ojos tristes:
me harté de esta parodia de existencia, desde hace un buen rato,
de pensar y hacer sólo cosas banales,
en el gasto diario, en hacer lo políticamente correcto,
en bajar de peso, disimular las arrugas,
en el trabajo cotidiano, la ropa que me pondré mañana,
el estatus quo, en las leyes, los reglamentos, la religión, la patria,
en la ética, el civismo, en la esperanza de un mundo mejor.
El tiempo y esta vida sin sentido, no me dan para tanto.
Poeta ¡carajo! Trato de ser la niña buena que soñó mi madre, pero no puedo.

Si poeta, alma de niño bueno:
estoy harta de bregar,
quiero perderme, ser irresponsable.
¿Serán tal vez, las primeras canas, que insinuante llegan?
¿Tal vez, tantos sueños rotos, los desarraigos,
los desencuentros cotidianos,
mi mala cabeza, la mala suerte?
No lo se…o tal vez si.

Y en esas ando, poeta ocurrente.
Inconforme,  hambrienta y cual Lilith siempre errante.
Tu lo entiendes, pues, igual que yo,
eres ángel caído,
ser insurrecto, pero no vencido.
Ángel de sombra o demonio de luz.
Rebelde a la magnificencia divina.
No en vano, según el final de “mi” historia,
venciste al arcángel.
No en vano,
los pecados de todos, los tuyos y los míos
inclinaron la balanza de tu lado,
de nuestro lado.

Por eso amigo, hombre y a final de cuentas, como yo, sólo poeta,
te propongo un trato:
Aparta al miedo. El miedo no es una opción ahora.
Soy igual que tu, y aunque a veces enseñe los dientes,
No siempre muerdo.
Fluye y vuelve a tener el corazón de niño.
No temas, te doy la mariposa del recuerdo, mi talismán preciado.
Aunque sólo sea por un ratito sublime,
vuelve a ser príncipe del “Reino del Nunca Jamás”
Y despójate junto a mí, de esa piel de gente grande y seria que sofoca.
Llévame a tu reino de sombras y luces,
aunque sea solamente por un instante,
que ya de tantas migajas de maná divino, tuve suficiente.

lunes, 22 de marzo de 2010

La inspiración



Tengo varias semanas que nada de lo que escribo con intensiones literarias me sale bien, a mi gusto. La sobre dosis de obligaciones laborales que tengo últimamente, aunque repercute positivamente en mi bolsillo, afecta la capacidad creadora de esta “escribidora” empedernida que soy.

Tengo un cuento “a medio palo” sobre “un bebe de tanqueta” que al descubrir sus orígenes intenta buscar un sentido de pertenencia social que le fuera negado desde su nacimiento. Tengo 2 poemas de desamor, que parece que seguirán durmiendo el sueño eterno en el discoduro de la pc. No me cuadran todavía. Mi primera novela (esa que desde el año pasado no pasa del tercer capítulo) no ha visto acrecentada su longitud, ni en la más mínima letra . Estoy en lo que podría decirse un bloqueo creativo. Después del cuento de “La Reina” que escribí hace unos meses, no hay nada en ese género.

A diferencia de otras ocasiones, mi falta de creatividad, en esta ocasión, no me ha desesperado. La experiencia me ha enseñado, que siempre saldrá algo. Las musas (o los musos) siempre se asoman sonsacadores, donde menos se les espera.
Hoy tempranito, descubrí que ello es cierto. Siempre, siempre, indefectiblemente surge algo que alborota mis ganas de contar historias…algo digno de un cuento, de poema, o quizás de dos o tres.

Hoy supe una historia, que me provocó como nunca antes, el deseo de escribirla, de contarla, de compartirla, de adicionarle un final según mi antojo.
Otras veces me ha pasado, pero nunca como hoy.

Una vez abordé un autobús de la ruta Panamá-La Chorrera y conocí a un ángel de verdad. Nadgie, una chica veinte años menor que yo, con una fortaleza inquebrantable, una desconocida, que sólo vi una vez y que nunca más he vuelto a ver , me contó una historia hermosa, que me hizo llorar a moco tendido durante todo el trayecto. Ella hace que cada vez que sienta que las cosas están mal, deje de llorar y decida "echar pa´lante", como la mujer con pantalones que soy. Su historia me da fuerzas ante las adversidades. Sí, Nadgie me inspiró un poema y acaso, tal vez, algún día, una novela.

Hace poco menos de un año, en un solo día escribí 3 poemas, los que dicho sea de paso, son muy especiales. Uno me lo inspiró mi hija Ana, empecinada en preguntar todo. Otro la rabia acumulada luego de 20 años después de la invasión gringa del 20 de diciembre del 88 y el otro, una abstinencia sexual algo prolongada, que por supuesto alborota ganas y pone a trabajar a la mente una barbaridad…

Supongo que eso es inspiración. El tomar de base hechos o cosas cotidianas y transformarlas en obras o productos especiales para su creador

La historia que algún día contaré me da para varios poemas, un montón de cuentos y una hermosa novela, a la cual aún no se qué final ponerle, pues el final verdadero, el de su protagonista, aún no lo conozco; y aunque claro, antojadizamente me inventaré el final que yo quiera; toda vez que es una historia prestada, realmente me gustaría saber en que realmente acaba todo.

jueves, 4 de febrero de 2010

Amo a un obrero


Amo a un obrero de manos grandes y fuertes,

buenas para recorrerme completa;

y para edificar puentes que llevan al cielo.

De voz calida, melodía perturbadora,

que estremece mis entrañas;

y me renueva entera.


Amo a un obrero,

que es también, poeta, niño ingenuo y trovador enamorado

Que me regala estrellas, flores, canciones;

y me da de beber fuentes de agua viva.

Que siembra junto a mi huertos de esperanza;

Y que recorre, conmigo, senderos de alegría.


Amo a un obrero

Hombre viril, hermoso y arquitecto de delicias,

que me devolvió la fe, la dicha y la cordura.

Ángel de amor, en el sentido cabal de la palabra;

Y que me hace soñar despierta día por día.