miércoles, 21 de octubre de 2009

Este amor


Este amor que llena mi morral de exploradora empedernida,
con el que recorro tus cañadas, escalo tus montes y desciendo a las cavernas de tu alma.
Es un amor un bien extraño, desquiciante, diferente.
Es desprendido, aventurero, nómada y divertido.

Este amor que cargo encima,
en mi mis riñones, mi estómago y en mi ser;
que se me sale por los poros y revienta mis neuronas.
Nada tiene que ver, con frágiles ataduras de género, ni tampoco con citas bíblicas, ni contratos legales.

Este amor que taladra mis ganas de pantera indómita,
es desgreñado y loco, como mi pelo mojado por la lluvia,
es andariego como mi alma errante, de mujer-niña enamorada de la vida
es contagioso como la risa del infante ingenuo y bueno.

Este amor que me hace bruja, hechicera y demonio,
me convierte en musa, profeta, borracha y poeta.
Este amor que me emboba, que me llena de ganas, de proyectos, me transforma;
pero que no me hace ¡óyelo bien! luego no te quejes,
en la dama perfecta, que para ti, soñó tu madre…

miércoles, 7 de octubre de 2009

Las pruebas auto impuestas. Parte I. Cerrando círculos.


He llegado al punto en que estoy aburrida, necesito hacer algo diferente. No se si sea bueno ser tan inconforme, tan inquieta, tan “patiperra”. Se supone que voy a cumplir 40 y que ya no debo andar errante, cambiando de rumbo tan drásticamente, o bien, como dice mi madre, debo dejar de ser “como bandeja de quequi en toldo típico.”


No me gustan las novelas de Pablo Coelho, es un hecho, he leído varias cosas suyas; y cada una me gusta menos que la otra, lo único interesante que he encontrado en sus escritos es el asunto ese de la necesidad de “cerrar círculos”, de clausurar etapas. Creo que mi momento de cerrar el círculo actual en el que me encuentro se está acercando.


Uno debe amar apasionadamente lo que hace; y yo, aunque le meta empeño a este asunto de ser una eficiente empleada pública, no le encuentro el “feeling” al asunto. Todavía me desquicia el sistema. Me harta la burocracia innecesaria, el temor imperante a los superiores que se confunde con el respeto, tantas taras del sistema, que hacen que pretender trabajar en la administración pública sea una experiencia muchas veces traumática e insatisfactoria. En esencia, casi transcurre un año aquí y sigo sintiéndome ajena a este mundo.

He conocido gente maravillosa, me he capacitado y mi hoja de vida ha crecido. He adquirido una cierta estabilidad emocional y económica; pero al mirar dentro de mi, me siento incompleta, en gran medida vacía, triste y desmotivada. Madrugo a diario, regreso en la noche a casa; casi no veo a mis hijos. La culpa me mata. La paga, si bien no es mala, tampoco es espectacular, como para justificar un sacrificio tan grande en la calidad de vida de mi familia.

En ese martirio de Tántalo me encuentro: cuando por fin espero llegar a un punto de mi existencia donde se supone que voy a ser feliz, aparece algo que me agrada más y que me llama y tengo que alcanzarlo. Levantar anclas y partir del muelle, hacia el mar abierto, hacia lo desconocido, lo nuevo. Parece que eso se ha hecho una constante en mi vida.

No se que insano placer al cambio me mueve. Es posible que las clases de mi profesor de filosofía de secundaria sobre el “panta rei”, el todo cambia, de Heráclito de Efeso se quedaran más grabados en mi subconsciente de lo que yo misma creía. No se, pero parece que verdaderamente es así.

Hoy he decidido darle forma a una idea que tengo desde hace rato; y es que voy a dejar mi empleo, porque necesito, quiero, DESEO, hacer lo que mi corazón me dice.

He decidido que a partir del mes de enero próximo yo seré mi propia jefa. Esta vez será por decisión propia; y no porque haya quedado cesante. Voy a litigar como abogada, en causas privadas. Espero a mediano plazo montar mi empresa jurídica, ser escritora de verdad, hacerme un nombre, agarrar una maestría en mediación, ser profesora de derecho en una universidad y porqué no, poder incursionar en la política criolla de mi patria.

Me muero de ganas de regresar a los tribunales, al día a día de las Escrituras Públicas, al Registro Público, al mundo del catastro, de las marcas y los litigios en general. Nada me hará más feliz que asistir a audiencias (laborales, familiares, penales, civiles, etc.), redactar demandas, memoriales, y volver a todo ese papeleo que es intrínseco a los abogados. A “pelear” con los que hacen del atraso un arte; a los pleitos ajenos, tramitados como si fueran de uno; en fin a hacer lo que me gusta y que ahora, por razón de mi posición actual en la Procuraduría del Estado, no puedo, ni debo hacer; y me da rabia, me parece injusto, pero las leyes hay que cumplirlas, y ni modo, he decidido irme.

No me voy para un gran bufete de la capital a tramitar sociedades off shore (aunque espero pronto estar haciéndolo por motu propio). No tengo plata para poner un gran bufete. No tengo plata para mandar a hacer una página web sofisticada. Ni plata para comprarme un BMW que grite a los cuatro vientos un falso estatus de abogada privilegiada. Lo que si tengo es un pequeño espacio en mi casa que será la oficina, una también pequeña, pero muy completa biblioteca jurídica, la pc de mi casa, un celular (normal, barato, no un Blackberry) y un montón muy grande de ideas, mucha experiencia en el campo legal ganada a fuerza de lecturas prolongadas, sudor y lágrimas; y finalmente: ganas…MUCHAS GANAS, unidas a un montón de sueños de hacer una empresa propia, haciendo lo que amo: defender causas ajenas y ayudar a la gente a resolver sus problemas, y claro, obviamente, no soy tan irresponsable, algunos ahorros para palear los tiempos malos del inicio. Esas son mis principales herramientas para lanzarme a un mundo nuevo.

Lo cierto es que mis inquietudes y deseos de emprender por mi cuenta, son muy grandes. Las he postergado en otras ocasiones por el miedo a salir de mi zona de confort, por una realidad socioeconómica no muy buena en algunas etapas recientes; porque la “vaina ´ta dura en Panamá” y en el mundo; en fin si no era una cosa, era otra.

En un par de días, voy a informarle a ese gran hombre que es mi jefe y uno de mis amigos más queridos, que a partir de un par de meses ya no podrá contar más conmigo como trabajadora.

Posiblemente a él eso no le guste mucho. Él piensa y me lo ha dicho muchas veces, que yo puedo hacer carrera aquí. Yo pienso de otra forma. Lo cierto es que sé, con esa certeza tan grande que tengo sobre su amistad y por ese apoyo desinteresado que me dado siempre, que al final va a entender que él, AL IGUAL QUE YO, sólo somos felices cuando disfrutamos y le ponemos el corazón, el cerebro y todo nuestro ser a lo que hacemos.