lunes, 29 de diciembre de 2008

La Impaciencia y el gusto por la "mala vida"


Se que una de las cualidades que menos poseo es la paciencia. Me pregunto si el ser impaciente ¿es una virtud o una desgracia?.

Si siguiera a la mayoría, definitivamente diria que la impaciencia es un plomazo, por los inconvenientes que acarrea, pero, como aparte de impaciente, soy terca como una mula, considero que mi impaciencia, a parte de ser una marca de fábrica, es una gran ventaja, y ¿porqué no decirlo? una virtud.
Gracias a ser impaciente, no pierdo el tiempo en proyectos o actividades que no arrojan resultados rápidos y favorecedores. Lo malo de dicha actitud es que, me he privado de hacer cosas interesantes, como aprender a tocar saxofón, por no tener paciencia para aprender los rudimentos básicos dicho instrumento, aunque más creo que simplemente no tengo el talento necesario. Dicha actitud, es la misma que compulsivamente me obliga a dejar cualquier dieta que no arroje resultados evidentes rápidamente, lo que "racionalmente" sé que no es correcto.

Volviendo a las ventajas de ser impaciente, debo señalar que he salido ilesa de varias relaciones sin sentido, sin pena ni gloria, ya que desde su incipiente inicio se denotaba el posible hastio futuro.

Esa impaciencia (y mi cara de pocos amigos) son como un escudo protector, que me lleva a no permitir que se me "colen" en las filas, a que no me importe mucho "el que dirán", a que tenga fama de "loca y perequera", pero, sobre todo, a que mucha gente se haga una idea errada de mi persona .

Lo malo es que por esa impaciencia, sobre todo en los últimos años, es que cada vez me siento más sola, extraña.

Hace un tiempo atrás, cuando trabajaba en una institución gubernamental, mi impaciencia me trajo problemas, pues la mayoría de los que trabajaban conmigo tenían un ritmo de trabajo más lento al mío, lo que obviamente hizo resentir mi presencia, pues según se decía "yo andaba a mil por hora..", dicha frase lejos de molestarme se constituyó en un piropo tremendo que trajo como resultado mi respuesta al respecto "yo vine a trabajar acá...no a ganar un concurso de popularidad." Por supuesto que dicha frase y mi actitud evidente de "me vale" no me granjearon muchos amigos allí.

Ahora que no soy asalariada fija y que para producir resultados económicos satisfactorios, dependo tanto de acciones que realicen terceros, es cuando más extraño el tener paciencia, ¿será posible extrañar lo que no se ha tenido? no lo se. Lo que si se, es que quisiera que no me afectara tanto el lidiar con la gigantezca burocracia del engranaje gubernamental, igual que el lidiar con el montón de gente incompetente que "hacen del atraso un arte". Como quisiera no poner cara de aburrida ante la amiga que por centésima vez pretende que le escuche impacible y objetivamente los cuentos de las trastadas que le hace su media naranja (coño, si el tipo no sirve; déjalo, así de simple); o bien ¿qué cara le pongo? a la cliente que vive en un infierno conyugal-doméstico y que acude a una consulta de asesoría jurídica, pero que pretende aferrarse como gata boca arriba a su estatus de "Señora de Fulano de tal...".

Definitivamente, no tengo una respuesta acertada, salvo el aceptar que hay gente a quien le gusta la mala vida...y que, yo no estoy en ese grupo...prefiero estar en el de los impacientes.

martes, 16 de diciembre de 2008

Plantando bandera



Se supone que deberia alinearme a lo establecido,
Se supone que debería pagar por mis errores at infinitum


Se supone que deberia ser feliz….o tratar de serlo
Se supone que debería cumplir a cabalidad mi destino de hembra amansada, que no mansa.

Se supone que no deberia sufrir, gritar o alborotar
Se supone que ya la época de las cosas nuevas e ilusiones se hubiera ido; y que
deberia reprimir mis hambres de emociones y
atragantarme de analgésicos para palear el dolor de no conocer lo desconocido …

Se supone que no debería huir de esta parodia de vida que a veces me abruma por lo incómoda e insípida.
Se supone que no debería estar cansada y que debería quedarme callada;
y ser la cómplice, rémora de lo correcto,
prostituta de las formas, las costumbres y los vacíos…

Se supone, pero no pude.

Lo siento, Padre celestial, pero
el ayer ya se acabó.
Y esa niña insulsa que fui, murió.

Su epitafio no leído
fue cubierto por las hojas del árbol que sus manos sembraron
cuando estupidamente soñaba con plantar árboles, escribir
libros y parir los hijos que un día se irían y la olvidarían.

En su lugar se levantó, de entre los muertos,
una mujer diferente que guardó en su morral
sus versos solitarios;
Que llenó su cantimplora con las lágrimas vertidas,
para beberlas cuando hiciera falta
Y que decidió plantar su bandera y montar su campamento
nómada en cualquier lugar de este espacio ajeno y contrario
a espíritus políticamente correctos y domésticos…




miércoles, 10 de diciembre de 2008