Alba roja
pero no el alma.
El alba nueva se perfila a lo lejos,
y una vampira triste huye de
ella.
Se agotó la geografía de un cuerpo,
en el que un hábil arquitecto dibujaba la mutua ruta al cielo.
Y aunque la esencia incorruptible se mantiene,
nada es eterno,
sólo la certeza de una temporalidad incuestionable
como antes,
como hoy,
como seguramente será mañana.
De vez en cuando,
Un cariño hormonal y aséptico,
por no perder la costumbre,
de los buenos tiempos.
El olor de los amores tristes
insiste en mantener
vigencias crueles,
igual que la mirada tierna y cansada
que se asoma,
empañando espejuelos,
que pretenden esconder
subversivas lágrimas de hastío.
La oscuridad se aleja
Y con ella la certeza evidente
de que no se
cabe, aunque se trate,
en imposibles moldes
de perseverancia y paciencia.
La mariposa
irreverente, es sólo eso: mariposa irreverente
nunca fue, ni será luciérnaga brillante de nocturna
senda.
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