jueves, 4 de junio de 2009

Defendiendo lo indefendible




Cuando se es abogado a veces uno tiene una manera de razonar diferente de las personas que no lo son. Los abogados nos la pasamos buscándole la quinta pata a todo. Para mi, eso no ha resultado ser del todo malo, pues uno desarrolla un especial olfato de prevención, lo cual es maravilloso para no descorazonarse tanto ante las adversidades cotidianas, pues uno sencillamente con ese espíritu crítico y cínico, si se quiere, siempre vive pensando lo peor. Aunque a veces pasa, que por estar a la defensiva, nos pasamos la vida peleando con gran parte del resto de la humanidad que no razona como nosotros y que vive en un mundo de ¿ingenua? candidez.

Ojalá todo se redujera a “dar a cada cual lo que le corresponde”, tal y como señalara el jurista romano Ulpiano (no Vergara, el mechiblanco) al definir el Derecho, equiparando a éste con el ideal de justicia. Ojalá todo fuera tan fácil como optar por la justicia cuando ésta se contrapone a las normas jurídicas, como nos indicara Angel Osorio en su famoso decálogo. En este punto me bloqueo, pues muchas veces ni siquiera encuentro en mi brújula el norte ese que se llama Justicia.

Como quisiera, a veces, ser tan simple…o bien vivir en un limbo de feliz ignorancia, donde no tuviera esa vocecita necia que me importuna con extraños juicios de valor sobre lo correcto y lo incorrecto.

De veras que a veces, quisiera ser como aquellos que ajenos a cualquier conocimiento jurídico pueden pensar que “presunción de inocencia” o bien “carga de la prueba”, pilares del ordenamiento jurídico de cualquier nación “civilizada”, son cosas intrascendentes, o bien, sólo vestigios de un idioma desconocido, propio de un lejano planeta, de una perdida galaxia de algún remoto universo.

Como quisiera no saber que dichas frases. traducidas en simple castellano o buen cristiano, como diría mi madre, significan algo así como que: “todos los violadores, asesinos, pedófilos, maleantes y toda escoria humana tienen derecho a que se presuma que son ángelitos de la guarda, hasta cuando se pruebe fehacientemente lo contrario”, o bien, “…si no me traes pruebas de tu honorabilidad, aunque seas la misma Madre Teresa de Calcuta, voy a pensar que no eres más que una ramera degenerada de marca mayor.”


Ejemplos más, ejemplos menos, el razonamiento opera así: “aunque te robases la plata del club de niños con leucemia y cáncer, matases a tu mamá y violases al perico, no vas a la cárcel, a menos que efectivamente no puedas probar tus “mágicas” entradas económicas poco usuales, te vean cortando la yugular de la vieja ...y hmmm, en cuanto al perico, vamos a ver si el perico era tuyo o de otra persona, o bien vamos a ver si el acceso carnal con un perico está considerado como delito… (presunción de inocencia/ tipificación de la conducta punible); o bien “puedes tener toda la razón del mundo, pero si no tienes pruebas de ello, estás listo pa´la foto…¡el juez no es adivino, bruto…! (carga de la prueba).

El mundo no es siempre blanco o negro, hay grises: como el que con tanta frecuencia plantean los acusados del delito de violación a las lolitas, que ¡¡¡no parecía!!!menor de edad…máxime si la chiquilla en cuestión dio el consentimiento y hasta accedió gustosa de la relación íntima…bueno, son casos y cosas de la vida. Suerte que para eso existen los abogados.

Volviendo al punto inicial de este escrito, sobre esa maldita manía de no saberme quedar callada y andar peleando con todos, muchísimas veces tengo diferencias de opinión con mis semejantes cuando resulta que expongo de la manera más ferviente posible mis planteamientos al respecto, cuando alguien “alegremente” en el ejercicio del sacrosanto derecho a la libertad de expresión expone lo que yo llamo una ingenua y diáfana opinión sobre un tema complejo y reduce a una sencilla valoración, lo que para estudiosos, filósofos, psicólogos y juristas pudiera ser un asunto de difícil solución. Ojala la lógica simple resolviera la mayoría de los asuntos en que hay que recurrir a la aplicación de decisiones jurídicas para dilucidar controversias.

Resulta que es difícil hacerle entender al común de los mortales que todos los seres humanos tienen derecho a un juicio justo o a que no se violente el procedimiento previamente fijado en la ley. Lo jodido del asunto se da cuando las personas involucradas en el sistema no cumplen su cometido (esto va para jueces, abogados, auxiliares y por supuesto las partes) y entonces, en vez de decir o pensar que son los hombres los que fallan, es más fácil decir que el sistema no funciona o que la ley es para los más bellacos.

Por lo anterior concluyo que el asunto no es la ley, sino indebida aplicación de esta. Las leyes son aplicadas por hombres y son los hombres, quienes fallan. El Derecho es hermoso, lógico, coherente, justo. Lo feo, lo jodido, lo injusto e ilógico son los hombres, no las leyes

En esta situación actual los abogados somos los principales culpables, aunque no los únicos, pues en muchísimos casos preferimos olvidarnos de Ulpiano e inventamos nuestras propias definiciones inmorales sobre el Derecho, las que en nada concuerdan con el ideal de justicia a que debemos aspirar.

A mí siempre me ha resultado el ponerme en el lugar del contrario, para determinar la gama de posibilidades de problemas a enfrentarse o la pluralidad de ventajas con que cuenta la contraparte, a fin de tratar de hacerle frente a esas situaciones, las que podrían ir en detrimento de la parte que uno representa.

En razón de ese ejercicio de desdoblamiento mental, resulta que concluyo que a veces en ciertos casos, me gustaría defender más a la contraparte, pero como ello no es posible, entonces procuro emplear todas las armas legales posibles para obtener un resultado satisfactorio para los intereses que uno representa (sea o no un interés particular). Es por eso que en este ejercicio de desahogo que hoy escribo, concluyo en ¿hasta que punto puede o debe uno defender lo indefendible?.

Pongamos el siguiente caso que puede ser hipotético o no: Se da un robo a un local comercial…la policía no encuentra nada, la opinión publica presiona, se necesita un culpable…la policía lo busca, lo encuentra…lo saca de donde sea y entonces un hombre honrado, que estaba en el lugar y momento equivocado, es inculpado de un hecho delictivo que no cometió…al tipo le sacan la madre, lo esposan, le toman foto en el periódico, lo botan del trabajo, la mujer lo deja, en la cárcel, los otros presos se lo cojen y luego de un vía crucis, resulta que el tipo era inocente…ahhhhh, dice él ahora: ¡¡¡conozco mis derechos: ustedes (el sistema: el Estado) me las van a pagar, los voy a demandar…!!!! entonces, el hombrecito vejado, se busca a un mercachifle como abogado, y sus problemas verdaderamente empiezan, pues éste le pinta todos los colores del arco iris, con olla y oro al final incluido, le lava la cabeza y le dice que con su demanda se va a hacer millonario (lo cual es bastante improbable, aun en el mejor de los casos), las mujeres le van a llover, va a poder pagar sus terapias de recuperación emocional, etc. , etc. …pero por supuesto le exige y le cobra “por adelantado” como corresponde, una suma para sufragar “algunos gastitos”…

Lo que el pirata-abogado (del diablo) no hace es estudiar, investigar o instruirse y presenta la demanda en un tribunal que no corresponde (pues se trata de demandar al Estado…y el Estado no es cualquier cosa…es el Estado. Al Estado hay que demandarlo en una instancia especial: no es lo mismo demandar a perico de los palotes, que demandar al Estado panameño)…así pues entonces, el abogado, pirata y diablo (perdonen la redundancia), desconociendo lo antes señalado, presenta la demanda en un tribunal que no es competente para ello. El proceso se admite, continúa y se tramita y llega hasta donde un fiscal (que tiene, por mandamiento constitucional, defender al Estado). El fiscal, abogado también, quien posiblemente estudió mucho en la facultad de Derechó y al cual no le regalaron el título de licenciado en Derecho y Ciencias Políticas; va a invocar como defensa del Estado, ante el juez de la causa, un vicio en la tramitación y va a tratar de anular el proceso, para que el Estado quede absuelto de la reclamación.

En un caso como este ¿quién hace lo incorrecto? o mejor dicho, ¿quién es el malo?: el abogado (del diablo) que por negligente cometió un error, el juez, que por omisión en sus funciones erró al tramitar indebidamente un caso; o bien, el fiscal, que como abogado del estado, aún siendo consiente de la injusticia cometida con ese pobre ser humano; y pudiéndose haberse quedado callado, no lo hace y descubre el error en que se ha incurrido, a pesar de que al hacerlo tiene la certeza de que el pobre tipo afectado, nunca va a ser resarcido o indemnizado, pues cuando la demanda se interponga correctamente (si es que algún día se vuelve a interponer) su derecho ya estará prescrito

Cuando uno ve cosas como estas en el día a día, es tan difícil sentirse orgulloso de esta profesión…es tan difícil poder decirle al hijo de uno parió, que ante la duda al elegir una profesión, evalúe la posibilidad de elegir la de abogado, sin embargo, luego recapacito, dejo mi nube negra y le doy gracias a Dios por haberme permitido alcanzar uno de mis más grandes deseos y por llenarme de ganas e inquietudes que me permiten tratar de no ser un tiburón más en un mar de tinterillos inexcrupulosos

No hay comentarios: