jueves, 5 de junio de 2014

Abrazando a la nena interior. Primera entrega.

El burro hablando de orejas,  el diablo hablando de Dios,  el depredador natural hablando de ecología,  el insensible-superficial  hablando de pureza y/o paciencia en el corazón,  el falso hablando de claridad,  el mal padre o mala madre,  hablando de amor filial,  el promiscuo o promiscua sexual, hablando honorabilidad,  castidad y santidad corporal y así tantos y tantos supuestos que muestran la bajeza de sentimientos y el triunfo de una moral hipócrita colectiva con la que no me llevo.  Lo bueno,  todas las máscaras caen,  todas verdades salen a la luz y toda mierda flota hasta que se diluye en la nada...

Los golpes nos hacen más fuertes.  Por cada persona que te falló,  que te utilizó,  que te mintió,   hay diez que te demuestran con acciones reales,  cotidianas, vivas,  verdaderas que el ser humano es solidario,  que la vida es hermosa y que es maravilloso vivirla más allá de las realidades virtuales,  las que en mis caso,  sólo permiten un desahogo temporal de rabias,   la oportunidad de adquirir conocimientos,  de liberar palabras y pensamientos presos,  la oportunidad de esparcir un poquito de la partícula del yo individual al inmenso espacio del conocimiento social.  La vida se vive afuera,  como lo plantee en un reciente poema que habla de exorcismos,  liberaciones y vuelos siderales.

Hace días cerré un (otro) capítulo triste,  pero necesario,  con gente, QUE EN PLURAL,   fue importante para mi,  pero que ya no lo es,  por eso de la necesidad de la correspondencia de afectos.  

Ya no quedan cosas inconclusas, por ahí.  Abro caminos nuevos,  soy un ser humano "normal"  con defectos y virtudes,  con sueños,  planes,  expectativas,  con una inmensa capacidad de amar,  de perdonar,  de no guardar rencores eternos,  de dar segundas oportunidades,   pero también con una notable capacidad de sacar de mi vida las cosas y personas nocivas. Si se quiere,  soy egoísta,  al mejor estilo de quien sabe qué tipo de cosas y personas quiere cerca.  He aprendido a fluir,  a soltar lo que no quiero,  lo que no me sirve.

He crecido,  he madurado, he conocido el desamor,  pero también el amor , en sus múltiples facetas:   el bonito-simple-cuasi  infantil,    ese que te llena de cosquillitas ricas, te pone a contar estrellas y a oir musiquita por todos lados,  el sufrido de los deberes conyugales mal entendidos,  el masoquista de la autoestima baja,  el desprendido, que ralla en lo irresponsable,   el legal,  bendecido por leyes humanas e incluso,  uno novedoso (por aquello de la primera vez) pecaminosamente  ilegal,  clandestino y tan fugaz que desde el inicio tenía los dias contados,  pero que de lo valioso,  me dejó robusta la autoestima y las mariposas estomacales alborotadas por la alegría y la esperanza,  pues a partir de ÉL aprendí que no hay amores del todo malos,  que de todos se aprende,   que los amores buenos,  como el suyo,  aunque sean cortitos,  te hacen crecer como persona,  a diferencia de los amores malos que te nulifican.

Lo más importante,  he amado, he dejado de hacerlo cuando ha sido necesario  y no me he quedado con las ganas.

No me aferro a ídolos,  dioses,  amores,  personas,  causas,  proyectos,  como respaldo a una vida vacía,  carente de significado,  no en vano tengo más de cuarenta años,  las espinas han desgarrado superficialidades epidérmicas,  pero no han tocado órganos vitales.

Para  desgracia de quienes hoy,  producto de traicionar lealtades,  de no poderle hacer frente a inseguridades propias,   les molesta la  libertad de mi espíritu,  hoy se les desbordan las justificaciones para malquererme, fingen una bondad que les queda grande,   se asustan con mi descaro,  me tiran cáscaras de guineo para que me resbale y pretenden enlodar mi ego,  yo soy de esa gente terca como la puta madre,  yo soy de esa gente que vivo mi vida como mejor me place, no como se supone que deba hacerlo, soy de las que no me inclino a besar traseros por conveniencia,  soy de la gente que avanzo y que NUNCA ME RINDO.

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