
¡Nuestro amor!…que ridícula me sonaba la palabra amor… hubo “amor” entre tú y yo alguna vez ???. No tengo
respuesta, sólo preguntas quemándome la lengua.
Debo confesar que a
mis 48 años, dos divorcios, dos hijos
“querendones”, frutos del primer
“matricidio” que cometí, necesarios para
no quedarme sola en la vejez, y un buen
par de relaciones poco serias en la
cancha, todavía me costaba entender qué es o debería ser, eso
que la mayoría lumpen que gasta oxígeno y deteriora el planeta, llama “amor”.
No sé porque pensé todas esas cosas en ese momento. La verdad es que no habías hecho nada mejor o
peor de lo cotidiano. Incluso, me atrevo a decir que la cordialidad que
imperaba en nuestras relaciones mutuas,
no era más que un recordatorio permanente, de que
los buenos tiempos que ya no volverían.
El sentirme patética y avergonzada por mi falta de voluntad
para no pensarte, verte o
frecuentarte, era tal
vez el último elemento que faltaba para decidirme a dejarte en paz. Muy en paz.
Sí, definitivamente, merecías que te dejara en paz.
Tenías toda la vida por delante.
Creo que te hice el juego.
Creo que en realidad tú me obligaste a mandarte para la mierda, pues tu cobardía intrínseca de macho latino, te impedía,
por un “no sé qué” absurdo, dejarme.
Así pues, luego de tres meses de penar por ti, de sentirme sola, de mirarme por dentro, creo que por fin pude aceptar
que en realidad lo que me pasaba es que me aferré a ti, como una tabla de salvación. Tú no lo entendías, yo tampoco, sólo sentía que se me iba el tren, carajo!!!,
el último tren.
Detesto la soledad.
Soy un ser gregario,
extremadamente sensual (y sexual) que necesita del contacto de una piel
suave, limpia, como la tuya que me hiciera vibrar…sentirme
viva…tú lo entendiste a la perfección,
muchas veces te lo dije…no me avergonzaba la naturaleza erótica de la que fui dotada. De hecho,
creo que es algo que tiene grandes ventajas y que le da a uno un cierto
poder. Debo confesar que antes de
ti, también disfrutaba del sexo, pero tenía (estúpida yo) grandes cargos de
conciencia por eso…que pendeja no???
Tú juventud y entusiasmo derribaron las últimas barreras que
en mi interior pudieran existir para disfrutar a plenitud durante, algo más de dos años, el éxtasis más intenso. Eras un tremendo alumno y el maestro más
excepcional que pude conocer.
Nunca resentiste mi experiencia. Nunca me interesó saber de tus anteriores
maestras.
Jamás nos escondimos.
Nunca me importó el qué dirán,
total, siempre tuve fama de
excéntrica, nunca comulgué con la moral
cristiana, además de que, tampoco tengo una apariencia maternal. De hecho,
ni siquiera con mis hijos fui la típica mamá abnegada.
A ellos los crié bien, los
eduqué, les di alas, los hice cómplices independientes, más que cachorros sumisos.
Tal vez, por eso,
me encantaba presumirte como mi más preciosa adquisición. Nunca me
sentí una vieja roba cunas, nunca
pretendí aparentar menos edad…tampoco era tan abismal nuestra diferencia de
edades, yo 48 y tú 32, 16 años de diferencia. Si hubiera sido al revés, tu el viejo y yo la chica, seguro no habría importado nada.
Podías haber escogido a quién quisieras, eras guapo,
soltero, trabajador e
inteligente. Pero me escogiste a
mí. Montaste una cacería tremenda. Fue halagador. Eras el primer tipo más joven con quien yo
estaba. Nunca exigiste nada a
cambio, salvo la libertad de hacer lo
que te diera la gana, sin reclamos. Te disfruté y te amé. Con locura.
A pesar de la
juventud y de una cierta torpeza y
brusquedad de tu parte, me pasó algo insospechado, único,
irrepetible. Contigo pasó eso del “enculamiento”.
El “enculamiento” es un término que nunca he visto que se le
aplique a las mujeres, pero que es
exactamente lo mismo con que se designa
ese estado de ánimo que se apodera de los hombres cuando se empecinan (o
enculan) con una hembra ; y se figuran
que si no es ella, no es ninguna.
Cuando te fuiste de mi lado,
te busqué sin éxito, te
espié, ahogué mis penas en alcohol. Incluso me busqué “el clavo que saca otro
clavo”, un buen tipo que definitivamente
no te llegaba ni a los talones en eso de la fabricación ingeniosa de orgasmos, me
cambié el color y el corte de cabello,
inicié varias dietas, me volví un
“mujerón” más bella que nunca; llegaron
nuevos pretendientes, y nada, seguí "enculada" contigo.
Aunque he de reconocer que esos estados en
que la autoestima se me iba al piso eran temporales.
Realmente estaba mal.
Pasaba de la depresión a euforia rapidísimo. Tal vez era bipolar, sin darme cuenta.
Lo sospeché un día en que andaba con el moco caído y el chino de la tienda, con todo y las masas adiposas de mis
muslos, me miró un poco extraño, cuando fui a comprar el gas, sí, me
miró extraño. Me atrevo a decir que con
un poco de lujuria…y cómo no?, si la
verdad sea dicha, es que ese día me
quedé sin gas, en medio de la
preparación del café; y como quiera
que el café para mi es sagrado, así mismo,
en chancletas, pantaloncito corto de andar “entrecasa” y una
camiseta sin sostén, me largué a comprar
el tanque de gas. Vea pues, el chino pervertido, no dejaba de mirarme los pezones que
trascendían la camiseta, el muy ladino. Lo bueno del asunto, es que el sentirme “lujureada” me hizo sentir
bien y regresé contenta a la casa. Sí, contenta
a pesar de todo, a pesar de ti y de tu
ausencia…
Pero la euforia no duró mucho, Sólo hasta que alguna pendejada te trajo de
nuevo a mi memoria y me volvió a entrar la "cabanga".
"Cabanga" en muchos lugares es un plato de comida muy étnico. Básicamente es un plato latinoamericano a base de yuca o mandioca. Pero en Panamá, "cabanga" es sinónimo de nostalgia: Es la nostalgia o tristeza aguda que se siente por extrañar algo o a alguien, de quien nos hemos separado con mucho sufrimiento.
Mi vecina Yeya tiene
una forma muy simpática de hacerle frente a la "cabanga".
Desde que “El Topo” su
marido, la dejó, ella,
vive y muere matando cabanga a
punta de trago y rancheras. Elementos
estos, que en su justa proporción, le
devuelven el ánimo.
A mí, por el
contrario, las rancheras cargadas de
traiciones, licor y balas, me deprimen que es una barbaridad…
Las rancheras, me
ponen de un humor insoportable y tengo que salir huyendo de la casa para no
irle a reclamar y formar un tremendo “bembé” que seguro terminará las relaciones cordiales
que hasta el momento nos unen. La verdad
es que me cae bien Yeya. Ella siempre anda reída, además riega las plantas de mi jardín cuando se me olvida.
De algo estoy bien segura: y es que, si le
voy a reclamar a Yeya, para que baje el
volumen, no se reirá mucho. Lo más
probable es que me pegue una arrastrada;
o bien me toque halarle las greñas,
en una poco edificante escena tipo patio limoso, de barrio bajo, para
beneplácito del resto de mi aburrida barriada burguesa. No, mejor, cuando la tipa anda en su onda depresiva, yo mejor
agarro calle…
A diferencia de Yeya, cuando yo me pongo “depre”, pongo heavy metal…me gusta el rock del viejo, como ACDC…o alguna “guebada” similar, nada de “Evanecense”, ni esas pendejadas que escuchan mis hijos y
sus amigos. Como vivo sola, me puedo dar el lujo de poner el reproductor
de discos compactos a “toda madre”, hasta
que aguanten mis tímpanos; y así, de
plano me desquito de la vecina, quien cordialmente, también huye despavorida y jamás ha osado quejarse. Supongo que las dos tenemos un pacto de no agresión, de no jodernos con reclamaciones inútiles, por volúmenes altos, y los gustos musicales de cada quien son
sagrados. Todo sea por matar al enemigo común: la cabanga.
Pero bien, aparte de oír
rock, mi "cabanga" también se
espanta, cuando me
pongo a cocinar. Eso no falla. Las recetas me salen espectaculares.
Hoy, dicho
sea de paso, para palear la cabanga de
tu ausencia, cociné lasaña. Lasaña de pollo con salsa blanca, gratinada,
con una generosa capa de queso en la cubierta superior, tostadita,
un poquito dorada, fusión del queso, ricotta,
mozarela con el parmesano
infaltable y una salsa bechamel, cuya sazón
maravillosa es un invento mío. A nadie
se le ocurriría pensar que hago trampas adicionando a mi maravillosa salsa, un par de sobres de caldo deshidratado de
cebollas. Sin ese ingrediente
secreto, mi salsa sería algo común y corriente, similar al resto de “las salsas bechameles” que andan por allí, muy orondas ellas, sazonando
platillos comunes y corrientes, en las
cocinas comunes y corrientes de todo el mundo.
A pesar de
terminar la lasaña y de una buena dosis de “heavy”, "la cabanga" no se iba. Entonces,
sin pensarlo mucho, en otro
arranque de patético “arrastramiento” separé un molde completo para ti.
Supongo que podrías comer por lo menos cinco comidas durante la
semana. Sé, que de
la soltería, lo que más te fastidia es
el cumplimiento de obligaciones domésticas,
cocinar incluido. Sí, seguro que apreciarías mi lasaña especial.
Subí al carro, pasé
donde el chino lujurioso a comprar un
litro de refresco para ti, para que
acompañaras la lasaña especial; y me fui
a tu casa.
No te llamé previamente,
como me has pedido que haga, ¿para qué?
Lo más probable es que no me contestaras igual. Me baje del auto, subí a tu apartamento, introduje la copia de la llave en la cerradura, entré, y mi pulso se aceleró al descubrir
que, aún me sigue recibiendo en la repisa una foto
tuya y mía, de cuando éramos “felices”, igual observo, tanteo,
olisqueo, lleno mis sentidos de
ti…estás vivo en cada espacio de tu
espacio vital; y te veo reflejado en el
espejo de luna de la sala, el cual está
en ángulo directo reflejando lo que ocurre en tu habitación.
Estás dormido. Pareces
un ángel. No me ves. No me sientes llegar. No existo para ti.
Cuanto diera por
darte un beso suavecito y tierno.
No lo hago, no deseo
despertarte. El tiempo pasa y yo te
contemplo frágil, hermoso, dormido en tu limbo onírico. Realmente pareces un ángel.
Dejo el refresco en
la refrigeradora, la lasaña en la mesa, te dejo una flor que me traje desde casa.
…y la "cabanga" se fue.
Eso fue el sábado pasado.
Esta semana tuve mucha paz.
Seguro que también tú. Sin
embargo, este sábado,
tuve que venir a verte, la
maldita "cabanga" regresó. Tú hermana
quería hablarme de ti y eso despertó nostalgias dormidas.
Y aquí estoy. Rodeada
de flores marchitas.
Olvidé mencionar que
la salsa bechamel de la lasaña que dejé
sobre tu mesa, contenía, además
de caldo de cebollas deshidratado, veneno
para ratones. Un ingrediente novedoso que al parecer no
percibiste, cuando con la glotonería
usual devoraste en una sola sentada, el
molde de lasaña que seguro descubriste, tentador,
en la mesa, al retornar de tu
sueño.
Nadie sospechó nada.
Al parecer en tu agonía,
agarraste la llave de tu carro y en una arriesgada maniobra, seguro que manejando, con la
mente obnubilada y las entrañas quemándote,
te estrellaste de frente con un camión,
el cual por más intentos que hizo,
no pudo esquivarte.
Otra cosa, sólo a tú
ridícula hermana se le ocurriría repetir como epitafio tuyo, el que usara el marques de Sade: “Si no viví más, fue porque no me dio
tiempo”
Estoy segura que te habría gustado algo más original.
Creo que la visión de las flores marchitas de la tumba que
te cobija, me quitó la "cabanga" del todo.
Eso espero.
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