Puedo acaso no sentirme orgullosa de esta sangre istmeña
que por mis arterias,
traviesa y rebelde, corre
impetuosa?
Sangre que es mezcla de indios altivos,
cimarrones indomables y castellanos intrépidos.
Sangre de mártires,
de invasiones bárbaras, de tanta
lucha,
que perturbaron el
sueño de los hijos de la patria.
Cómo no sentirme dichosa, de beberme golosa este sol
candente?
la brisa risueña que me besa la frente, cuando mis pasos se pierden en el monte
y me sumerjo en sus fuentes y pozos secretos.
Aguas de mis amores, todavía cristalinas, todavía guardianas de misterios.
Montes, charcos,
dónde están los llanos de la infancia? Los busco en mi memoria,
se fueron acaso, tal vez para siempre, como se fueron tantas noches de dulce ronda?
Panamá, madrecita
adorada: Vives plena acá y allí
De eso no hay duda. En cada gota de sudor, en la
alegría,
en la impotencia y el llanto. En cada grito
de rebeldía.
En la saloma de tu monte.
Allá en el caserío.
En la costa salada.
Montaña arriba. Cerca y lejos del
cielo y del infierno.
En cada color, sabor
y olor perdido,
de tu metrópoli y del barrio.
Panamá, madrecita
adorada: Vives plena en mi.
Publicado originalmente el 19 de
octubre de 2010.
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